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ÍNDICE

El legado de Nahuel Moreno sigue vigente
Capítulo I. Un continuador de Trotsky
Ser troskista hoy
Capítulo II. Los comienzos
Capítulo III. En la clase obrera
Capítulo IV. El impacto de la revolución mundial
Capítulo V. Palabra Obrera
Capítulo VI. Bajo el signo de la revolución cubana
La lección de Perú
El reconocimiento de Hugo Blanco
Capítulo VII. El PST
El rol histórico de la IV Internacional
Capítulo VIII. Tiempo de exilio
Capítulo IX. El partido y la internacional
El centralismo democrático
La despedida
Su obra escrita

Esta biografía fue publicada por primera vez en enero de 1988 en la revista Correo Internacional.
Recientemente fue reeditado por el Centro de Estudios Humanos y Sociales (CEHuS) en noviembre de 2016

EL LEGADO DE NAHUEL MORENO SIGUE VIGENTE

Por Mercedes Petit

Algunas décadas han pasado desde el fallecimiento de Nahuel Moreno, el 25 de enero de 1987. Tenía 62 años y todavía tenía mucho para dar al movimiento revolucionario internacional.

Su corriente se sigue desarrollando en distintos países del mundo. Para esas nuevas camadas de militantes revolucionarios y todos los luchadores Cehus reedita el Esbozo biográfico. Fue publicado en el primer aniversario de su muerte por la revista Correspondencia Internacional y escrito por Hernán Felix Cuello y Carmen Carrasco1. Se respetó fielmente el original, salvo algunos mínimos cambios de edición o formales. Y se enriqueció la ilustración fotográfica. El texto tiene la intención de relatar hechos vivos de la vida de Moreno que marcaron y son parte de la historia de nuestra corriente, en el seno de la clase obrera y en distintos países del mundo. Y aportar a los debates cotidianos que se dan entre los luchadores al calor de sus peleas.

EL “MORENISMO”

Sirva esta reedición para dar una ubicación política en el disperso movimiento trotskista. De algún modo se podría decir que en la actualidad el “morenismo” y la corriente que sigue impulsando las posiciones de Ernest Mandel (principal ideólogo del revisionismo en las filas del trotskismo, fallecido en 1995) siguen siendo los dos principales protagonistas de aquella herencia de la Cuarta Internacional fundada en 1938 por León Trotsky.

En esta época, en el siglo XXI , se desarrollan numerosos debates en las vanguardias luchadoras que combaten contra las penurias crecientes provocadas por el capitalismo imperialista para los trabajadores y el pueblo. Muchos de ellos son una continuidad de las principales batallas que durante 40 años libró Nahuel Moreno contra Mandel.2 La capitulación a los partidos comunistas (a sus dirigentes, como Tito en la antigua Yugoeslavia y Mao en China o al aplastamiento de la revolución política en Hungría en 1956). A movimientos nacionalistas burgueses, incluso a sus gobiernos (como el peronismo en Argentina o el MNR en Bolivia), a Fidel Castro, los sandinistas en Nicaragua o el brasilero Lula. Mencionamos solo algunas de aquellas polémicas, que siguen siendo antecedentes importantes en los debates con los distintos sectores revolucionarios en la actualidad.

Muchos luchadores siguen cayendo en las ilusiones en la conciliación de clases, en la unidad de los trabajadores y empresarios, así como depositando expectativas en los dirigentes seudo “revolucionarios” de variado pelaje. Los “mandelistas”, por ejemplo, han participado con un importante ministerio en el gabinete del gobierno burgués de conciliación de clases de Lula y el PT en Brasil en 2003. Y han sido parte de la capitulación al gobierno del falso “Socialismo del Siglo XXI” del comandante Hugo Chávez en Venezuela. Estas son solo dos de las experiencias más paradigmáticas.

Desde nuestro punto de vista, los rotundos fracasos de estas experiencias han seguido dando la razón a Moreno. La lucha de clases mundial sigue reclamando “morenismo” básico: la necesidad de impulsar el repudio y la movilización contra todo tipo de gobiernos burgueses y más que nunca cuando los embellecen o los protagonizan los dirigentes tipo Lula o Chávez, y la defensa consecuente de la independencia política de la clase trabajadora.

Al mismo tiempo, estas situaciones son una expresión contundente de que sigue abierta y sin solución la crisis y ausencia de dirección revolucionaria. Por eso es gran utilidad volver una y otra vez a recordar la larga lucha de Moreno por defender de manera consecuente y principista las banderas de Trotsky, construyendo los partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional.

LOS GRANDES CAMBIOS QUE SE DIERON EN EL MUNDO EN 1989

En 1989, apenas dos años después del fallecimiento de Moreno, se produjeron hechos inmensos como la caída del Muro de Berlín y de la dictadura burocrática de la ex Unión Soviética, seguidos por el debilitamiento extremo de los partidos comunistas en el mundo.

Moreno venía en los últimos años investigando y elaborando sobre la crisis económica y social que se desarrollaba en los países mal llamados “socialistas”. Según el trotskismo, los “estados obreros burocráticos”. Aquellos países donde se había expropiado a la burguesía llegaron a dominar un tercio del planeta.

En su última obra, Conversaciones3, Moreno en 1986 señalaba los grandes peligros que engendraban tanto la criminal política de apertura al capitalismo de las dictaduras burocráticas como la ofensiva que desarrollaba el imperialismo sobre aquel falso “socialismo real”. Hablando sobre el posible destino de aquellas experiencias, Moreno insistía en que todo dependía de que a través de la movilización y la democracia obreras surgieran y se fueran desarrollando nuevas direcciones revolucionarias, aun ausentes. Salvando las distancias, que se fuera retomando el camino hacia el verdadero socialismo que comenzaron a transitar Lenin, Trotsky y la Tercera Internacional. El seguía apuntando a la perspectiva de que estaba abierta la posibilidad de nuevas revoluciones políticas antiburocráticas que fueran avanzando en ese sentido, o su alternativa contraria, el retroceso a la restauración capitalista.

En Europa del este y la ex URSS en 1989 las masas protagonizaron inmensas movilizaciones revolucionarias triunfantes (también en China, donde fueron derrotadas con la masacre de Tiananmen) contra aquellas dictaduras de partido único (“comunistas”). Pero justamente por esa ausencia de alternativas revolucionarias esos procesos no pudieron impedir que se restaurara el capitalismo en esos países.

Esta nueva y compleja realidad llena de contradicciones trajo una gran confusión en toda la izquierda mundial. El imperialismo y los propios burócratas derrotados instalaron el discurso falso de la derrota, del “fracaso del socialismo” y del “exceso de estatismo”, sembrando el escepticismo. La confusión golpeó también en las filas del trotskismo y de la propia corriente morenista.

Sin Moreno presente, sin su gran experiencia y capacidad, la dirección que quedó al frente de sus partidos y organización internacional comenzó a cometer grandes errores tanto teóricos como políticos y metodológicos. Muchos de estos errores iban directamente en contra de las posiciones y enseñanzas de Moreno4. Se desató una crisis profunda, que dio lugar a divisiones en la LIT-CI (como se denominaba por entonces la corriente morenista5) y a un gran debilitamiento. Hubo algunos sectores que directamente se alejaron del morenismo y del propio trotskismo, concluyendo que hasta había sido un error de Trotsky la fundación de la Cuarta Internacional.

LA LUCHA POR EL SOCIALISMO MUNDIAL CON DEMOCRACIA OBRERA

Pero su legado sigue vigente. Sus elaboraciones teóricas y políticas siguen teniendo gran actualidad. Diversas organizaciones reivindican su legado en el mundo. Entre ellos la Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)6.

Hoy más que nunca se confirma que el sistema capitalista-imperialista ha fracasado, trayendo mayor miseria, devastación y explotación. Las masas en el siglo XXI confirman su protagonismo. Grandes huelgas obreras se produjeron en Argentina, Brasil, Bolivia, en Grecia, Francia, en China. En el 2011 se produjeron revoluciones en Túnez, el norte de África y Medio Oriente. Luchan en las calles los jóvenes y las mujeres por sus derechos. Sigue pendiente dar pasos decisivos para ir superando la ausencia de nuevas direcciones revolucionarias.

Es en este contexto que muchos luchadores no creen en la posibilidad de triunfo de la revolución y del socialismo con democracia obrera. Sin embargo, no hay otra salida para la humanidad. Reiteradamente las variantes intermedias de la centroizquierda o “nueva izquierda”, como los gobiernos de Syriza en Grecia o el chavismo en Venezuela, muestran que no hay salida pactando con la burguesía y las multinacionales.

Como Moreno, seguimos apostando al surgimiento de nuevos dirigentes que al calor de las luchas vayan avanzando por un camino consecuente y unitario en defensa de las tareas revolucionarias. Solo la clase trabajadora y los sectores populares en el poder podrán abrir una nueva época de progreso sostenido para la humanidad, produciendo un cambio de fondo, es decir, socialista. Y para ello sigue vigente la lucha de Nahuel Moreno por construir una dirección socialista revolucionaria en cada país y en el mundo. La reedición de este Esbozo biográfico tiene este sentido.7 de noviembre 2016


1. Hernán Félix Cuello, seudónimo de Aníbal Tesoro, quien ingresó a Palabra Obrera en los años sesenta y falleció a los 53 años, cuando residía en Moscú por tareas militantes. En agosto de 1993 lo asesinó en la calle un delincuente común. Carmen Carrasco se sumó al morenismo en Colombia en los setenta.
2. Véase, entre muchas otras obras, el célebre “Morenazo” de 1973 (El partido y la revolución – Teoría, programa y política, polémica con Ernest Mandel), reeditado por la editorial El Socialista en 2013. Disponible en www.nahuelmoreno.org.
3. Véase el libro completo en www.nahuelmoreno.org. Al final de esta edición damos la lista de los textos de Moreno disponibles en dicha página.
4. Respecto de este período, el partido que en Argentina dio continuidad a la Tendencia Morenista del MAS aprobó en mayo de 1996 un texto autocrítico, el “Balance Histórico (1987-1992)”. Posteriormente en la UIT-CI se aprobó un balance del mismo período y la actuación de la Tendencia Morenista Internacional (TMI).
5. Un sector del trotskismo mantiene esa denominación y se reivindica “morenista”.
6. Véase www.uit-ci.org. Izquierda Socialista es la sección argentina de la UIT-CI y le da continuidad a la Tendencia Morenista del MAS.

CAPÍTULO I – UN CONTINUADOR DE TROTSKY

Ante todo ubiquemos al personaje y a sus circunstancias. ¿Quién fue Moreno?

El dirigente trotskista Ernest Mandel lo definió de este modo: “Fue uno de los últimos representantes del puñado de cuadros dirigentes trotskistas que, después de la segunda guerra mundial, mantuvo la continuidad de la lucha de León Trotsky, en circunstancias difíciles”.

Compartimos esa definición. Trotsky fundó la Cuarta Internacional en 1938, pero fue asesinado por el estalinismo y la mayor parte de los dirigentes que lo acompañaron cayeron en la guerra, peleando contra los nazis, o asesinados también por la burocracia de Stalin.

Al finalizar la contienda, un puñado de cuadros jóvenes e inexpertos, inició la reconstrucción de la Cuarta Internacional. Moreno se sumó a ellos en 1948 y desde entonces dedicó sus mayores esfuerzos a esa tarea, aún inconclusa, que es la primordial de la revolución.

Precisamente, Mandel y Moreno, que en el marco de un respeto y afecto mutuos polemizaron durante décadas, encabezaron las dos corrientes internacionales en que hoy se divide el trotskismo: el mandelismo y el morenismo.

LARGA MARCHA

El trotskismo nació en la década de 1920, tras la muerte de Lenin. Unos años después del triunfo de la revolución rusa, había empezado una época de retroceso y derrota, que llegaría a ser terrible para las masas del mundo. Luchas heroicas serían sangrientamente aplastadas por la contrarrevolución nazi-fascista, personalizada por Hitler, Franco, Mussolini y Chiang Kai-shek.

En gran medida, esas derrotas sangrientas se produjeron por culpa de las traiciones cometidas por los viejos dirigentes socialdemócratas de las masas y, sobre todo, por la burocracia estalinista, que copó al estado soviético, a los partidos comunistas y a la Tercera Internacional de Lenin.

En esa negra época, Trotsky defendió los principios marxistas-leninistas y la tradición de casi cien años de luchas obreras que habían culminado con la revolución rusa.

Antes de caer, él también víctima de la burocracia, alcanzó a trazar el programa de la próxima revolución socialista mundial y a sembrar la semilla de la organización que, a su juicio, la encabezaría, barriendo al estalinismo y a la socialdemocracia, cuando la clase obrera tomara su revancha.

Eran el Programa de Transición y la Cuarta Internacional. El momento llegó, a partir de 1943. En la batalla de Stalingrado, el pueblo soviético derrotó a los ejércitos de Hitler y la victoria abrió las compuertas de la revolución. Comenzó una época de triunfos en el mundo, que sigue hasta hoy. Cayeron casi todas las dictaduras nazi-fascistas, se independizaron las colonias, muchas semicolonias lograron independencia política y un tercio de la humanidad expropió a la burguesía, construyendo estados obreros en las distintas latitudes.

El programa de Trotsky se ha venido cumpliendo, incluso más allá de sus previsiones.

En cambio, el ascenso revolucionario no barrió al estalinismo, a la socialdemocracia ni a las direcciones burguesas, pequeñoburguesas o burocráticas.

Por un cúmulo de circunstancias, las masas han podido lograr triunfos con esos pésimos dirigentes, que encabezaron algunas fases de las revoluciones, para traicionarlas después, haciendo pagar costos terribles a los trabajadores. El hecho es que esos dirigentes y sus organizaciones –los partidos comunistas, el maoísmo, el castrismo, el sandinismo o los movimientos nacionalistas burgueses, como el peronismo de la Argentina– han controlado a las masas en toda esta posguerra, mientras que la Cuarta Internacional siguió siendo muy pequeña.

Para el trotskismo, estos cuarenta años últimos de revoluciones han sido una “larga marcha” que puede sintetizarse como la búsqueda del camino para superar esa contradicción: que su programa se confirmara plenamente, pero su partido siguiera siendo minoritario.

QUIEN MEJOR PASÓ LA PRUEBA

Cuando se libró la batalla de Stalingrado, Moreno era un estudiante del colegio secundario, apodado “El Lactante”, que daba conferencias sobre Kant a intelectuales de mayor edad.

Ganado por el trotskismo, fundó el Grupo Obrero Marxista y se ligó a la clase obrera en Avellaneda, la ciudad industrial más importante de la Argentina, en esa época.

A los 24 años se incorporó a la Cuarta Internacional y “descubrió” el proceso de revolución socialista mundial. ¿Cómo pasó, desde entonces, la prueba de la “larga marcha”? ¿Cuál fue su aporte?

Nosotros reivindicamos a Moreno, como el que mejor pasó la prueba a que fue sometido el “puñado de cuadros dirigentes trotskistas” en estos cuarenta años. Y por eso, el que mejor continuó la lucha de Trotsky.

Desgraciadamente, la mayor parte del trotskismo europeo y norteamericano no pasó la prueba. No se ligó a la clase obrera.

Algunos de sus partidos cayeron en el sectarismo de ignorar la existencia misma de las revoluciones con la excusa de que tuvieron direcciones pésimas. Así se convirtieron en pequeños grupos de propaganda, que abandonaron la lucha por construir la Cuarta Internacional.

Otros, reconocieron las revoluciones e intentaron intervenir en ellas. Pero lo hicieron capitulándole sucesivamente a todas las direcciones. Así, cuando el estalinismo emergió de la guerra con el prestigio que le dio la derrota de Hitler, ellos dijeron que los partidos comunistas se harían revolucionarios.

Después, cuando surgió el castrismo con el prestigio de la revolución cubana, ellos se le sumaron para mandar al desastre político y a la muerte, a una generación entera de heroicos luchadores latinoamericanos, exterminada en las guerrillas hechas a espaldas de las masas.

Moreno, en cambio, se unió firmemente a la clase obrera y luchó por construir una Cuarta Internacional y secciones nacionales, interviniendo sistemáticamente en las revoluciones, luchas y procesos de organización, grandes o pequeños, de los trabajadores, pero sin claudicarle a las direcciones. Soportó prácticamente solo las presiones terribles del peronismo, en su país, y del castrismo, en su continente. Y gracias a eso hoy hay un poderoso trotskismo en Latinoamérica.

El de Moreno fue, como él lo denominó, un “trotskismo bárbaro”.

Hecho sin el respaldo ni la guía firme de una organización ni dirección internacionales, condenado, por eso mismo, a cometer muchos más errores y a empezar, una y otra vez, de nuevo. Avanzó defendiendo los principios básicos y sencillos de Marx, Lenin y Trotsky: el internacionalismo y la confianza en que la clase obrera está haciendo o va a hacer la revolución. Por eso él es quien mejor pasó la prueba.

SER TROTSKISTA HOY

En un reportaje realizado en agosto de 1985, Moreno definió así lo que significa ser trotskista hoy.

En líneas generales, significa defender las posiciones de principio del socialismo, del marxismo. Es decir, los trotskistas hoy día son los únicos defensores, según mi criterio, de las verdaderas posiciones marxistas.

Empecemos por entender qué significa ser verdaderamente marxista. No podemos hacer un culto, como se ha hecho de Mao o de Stalin. Ser trotskista hoy día no significa estar de acuerdo con todo lo que escribió o lo que dijo Trotsky, sino saber hacerle críticas o superarlo. Igual que Marx, que Engels o Lenin, porque el marxismo pretende ser científico y la ciencia enseña que no hay verdades absolutas. Eso es lo primero, ser trotskista es ser crítico, incluso del propio trotskismo. En el aspecto positivo, ser trotskista es responder a tres análisis y posiciones programáticas claras.

La primera, que mientras exista el capitalismo en el mundo o en un país, no hay solución de fondo para absolutamente ningún problema: empezando por la educación, el arte y llegando a los problemas más generales del hambre, de la miseria creciente, etc. Unido a esto, aunque no es exactamente lo mismo, el criterio de que es necesaria una lucha sin piedad contra el capitalismo hasta derrocarlo, para imponer un nuevo orden económico y social en el mundo, que no puede ser otro que el socialismo.

Segundo problema, en aquellos lugares en donde se ha expropiado a la burguesía (hablo de la URSS y de todos los países que se reclaman del socialismo), no hay salida si no se impone la democracia obrera.

El gran mal, la sífilis del movimiento obrero mundial es la burocracia, los métodos totalitarios que existen en estos países y en las organizaciones obreras, los sindicatos, los partidos que se reclaman de la clase obrera, y que han sido corrompidos por la burocracia. Y éste es un gran acierto de Trotsky, que fue el primero que empleó esta terminología, que hoy día es universalmente aceptada. Todos hablan de burocracia, a veces hasta los propios gobernantes de estos estados que nosotros llamamos obreros. Mientras no haya la más amplia democracia no comienza a construirse el socialismo.

El socialismo no sólo es una construcción económica. El único que hizo este análisis es el trotskismo, y también fue el único que sacó la conclusión de que era necesario hacer una revolución en todo estos estados y también en los sindicatos para lograr la democracia obrera.

Y la tercera cuestión, decisiva, es que es el único consecuente con la realidad económica y social mundial actual, cuando un grupo de grandes compañías trasnacionales domina prácticamente toda la economía mundial.

A este fenómeno económico social hay que responderle con una organización y una política internacional.

En esta era de movimientos nacionalistas que opinan que todo se soluciona en el propio país, el trotskismo es el único que dice que sólo hay solución al nivel de la economía mundial inaugurando el nuevo orden, que es el socialismo.

Para eso, es necesario retomar la tradición socialista de la existencia de una internacional socialista, que encare la estrategia y la táctica para lograr la derrota de las grandes trasnacionales que dominan al mundo entero, para inaugurar el socialismo mundial, que será mundial o no será nada.

Si la economía es mundial tiene que haber una política mundial y una organización mundial de los trabajadores para que toda revolución, todo país que hace su revolución, la extienda a escala mundial, por un lado; y por otro lado, cada vez le dé más derechos democráticos a la clase obrera, para que sea ella la que tome sus destinos en sus manos por vía de la democracia.

El socialismo no puede ser nada más que mundial. Todos los intentos de hacer socialismos nacionales han fracasado, porque la economía es mundial y no puede haber solución económico-social de los problemas dentro de las estrechas fronteras de un país.

A quien hay que derrotar es a las trasnacionales a escala mundial para entrar en la organización socialista mundial. Por eso, la síntesis, del trotskismo hoy día es que los trotskistas son los únicos en el mundo entero que tienen una organización mundial (pequeña, débil, todo lo que se quiera) pero la única internacional existente, la Cuarta Internacional, que retoma toda la tradición de las internacionales anteriores y la actualiza frente a los nuevos fenómenos, pero con la visión marxista: que es necesaria una lucha internacional.

CAPÍTULO II – LOS COMIENZOS

Hugo Miguel Bressano Capacete -nombre de quien después sería conocido como Nahuel Moreno- nació el 24 de abril de 1924 en Alberdi, un pueblo agro ganadero de la rica provincia de Buenos Aires.

En su familia, de clase media alta, se cruzó sangre italiana y andaluza. Su padre era contador público y sus tíos fueron dirigentes políticos locales de la Unión Cívica Radical, tradicional partido burgués, actualmente gobernante en la Argentina.

La influencia familiar lo hizo combinar, con las actividades deportivas y sociales habituales del medio, sus primeras lecturas políticas. En un relato grabado por Moreno en 1975, del que hemos extraído varias citas, dice: “Leí algunos libros socialistas y también de autores fascistas. Pero me gustaba leer filosofía y llegué a conocer bastante bien a Kant”.

La familia lo envió a la Capital a cursar la enseñanza secundaria en el Colegio Manuel Belgrano, con la esperanza que después siguiera abogacía. Finalizaban, entonces, la década de 1930 conocida como “década infame”, porque el país se convirtió en un semicolonia inglesa, se padeció la crisis económica y los gobiernos eran reaccionarios y represivos.

Pronto comenzaría la segunda guerra mundial y el apogeo del fascismo se sentía en todas partes. En los colegios de Buenos Aires, las bandas nazis, organizadas militarmente, atacaban a los judíos. Fue un impacto para el aplicado estudiante Bressano, que se hizo un luchador antirracista, en las tribunas y en la pelea callejera.

Vinculado a la Asociación Cultural Nicolás Vergara, formada por intelectuales y estudiantes, dio sus primeras charlas sobre temas filosóficos, sorprendiendo por su precocidad.

Por medio de la Asociación, llegó al Teatro del Pueblo, un reducto de la intelectualidad de izquierda, que recientemente reabrió sus puertas y en aquel entonces estaba en su apogeo. Allí trató a artistas, críticos y escritores de renombre.

Un trabajador marítimo, de apellido Faraldo, que frecuentaba el medio, lo ganó para el trotskismo, a pesar de su resistencia: “Odiaba la política. Me gustaba mucho la matemática y la filosofía. Otra pasión mía era la crítica de teatro”.

El trotskismo argentino se limitaba a unos grupos dispersos, que militaban muy poco. Hacían largas reuniones en los bares y, por la noche, tertulia, generalmente en el Café Tortoni, de la Avenida de Mayo, a pocas cuadras del Teatro del Pueblo. “Entre el ‘40 y el ‘43, el trotskismo era una fiesta”, diría Moreno.

Sin embargo, sufrían la represión de las bandas nazis y, sobre todo, del estalinismo, que dominaba a la izquierda. “Se podía ser fascista, pero ser “trosco” era el ostracismo, en todos los terrenos”.

Bressano entró al grupo dirigido por Liborio Justo, Quebracho, pionero del trotskismo en la Argentina, e hijo nada menos que del presidente de la Nación, Agustín P. Justo.

Quebracho fue el primero que, tomándolo de Trotsky, planteó correctamente que en América Latina y en la Argentina, la primera tarea revolucionaria es la liberación nacional. Él bautizó a Bressano con su seudónimo: Nahuel, en idioma indígena araucano, significa tigre, y moreno era el color del pelo.

EL GRUPO OBRERO MARXISTA

Moreno abandonó muy pronto a Quebracho. Con algunos amigos adolescentes de la Asociación Vergara, fundó, en 1944, el GOM. El documento precursor se llamó “El Partido”.

En medio de citas filosóficas, que Moreno acostumbraba a emplear en aquella época, el documento señaló claramente la decisión histórica de abandonar la “fiesta”: “Nos empalmaremos en el movimiento obrero, acercándonos y penetrando en las organizaciones donde éste se encuentre, para intervenir en todos los conflictos de clase”.

El GOM se formó en el barrio judío pobre de Villa Crespo, en la Capital, utilizando el bar Carlos Gardel y la pizzería Nápoles, ambas en la Avenida Corrientes, como lugares de reunión.

Entre los fundadores que acompañaron a Moreno, estaban: Boris, que era obrero textil; su hermana Rita, de 15 años, obrera y dirigente sindical gráfica; Daniel Pereyra, que trabajaba en el mismo gremio; Mauricio, sindicalista del vestido, y Abrahamcito, que era el segundo teórico, después de Moreno. Este trabajaba como empleado público en un ministerio.

Moreno y Rita se casaron poco después. Tuvieron dos hijos: Eleonora (1949) y David (1954).

Rita militó mucho en el GOM y años más tarde volvió a hacerlo en el Partido Socialista de los Trabajadores, nombre adoptado en 1972.

En todo ese tiempo, se ganó el cariño y el respeto de los militantes, a muchos de los cuales ayudó a formar en el método proletario, aunque ella estuviera alejada momentáneamente de la actividad. Para Moreno, ella fue “la personalidad femenina más grande que he conocido”.

Rita murió por una enfermedad incurable en 1974.

Muy poco antes, Moreno, en el prólogo de su libro Las revoluciones china e indochina escribió: “Dedico mis trabajos a Rita, mi compañera y amor de toda la vida, como reconocimiento de que sin su apoyo constante no los hubiera podido realizar”.

CAPÍTULO III – EN LA CLASE OBRERA

Hacia fines de 1944, el GOM comprendió que para aplicar su línea no podía seguir en Villa Crespo. El nuevo movimiento obrero, recién llegado del campo y concentrado en las grandes industrias, estaba, sobre todo, pasando el límite sur de la Capital, especialmente en los inmensos frigoríficos, cuya producción había entrado en auge por la guerra.

La ocasión llegó en enero de 1945, cuando estalló la huelga en la fábrica más grande del país, el frigorífico Anglo-Ciabasa, de 15.000 obreros, en Avellaneda.

Los jóvenes del GOM buscaron una manera para ligarse y quien les dio la “receta” –que luego se emplearía hasta nuestros días– fue Mateo Fossa.

Mateo era el dirigente trotskista del sindicato de la madera. Admirador de Trotsky, a quien entrevistó en México, luchó incansablemente, dirigió huelgas que hicieron época y fue un formidable propagandista. Perseguido por las patronales, por el estalinismo y luego por la burocracia peronista, no le daba importancia a construir el partido. Sólo en la vejez y poco antes de su muerte, ingresó al PST, lo que constituye uno de los mayores orgullos de Moreno.

Mateo aconsejó a los jóvenes del GOM que organizaran una colecta y la llevaran al comité de huelga del Anglo-Ciabasa. Además, que se ofrecieran para todo servicio y para imprimirles los volantes: “Eso sí, sin tocarles ni una coma ni pretender darles línea”.

Así lo hicieron. Les costó trabajo al principio encontrar a los dirigentes del sindicato de fábrica, que eran anarquistas y desorganizados. Pero éstos pronto quedaron encantados con la seriedad del grupo. Lucas Domínguez, el dirigente anarquista del sindicato, quedó como un gran amigo y el resto del comité de huelga, así como varios activistas, ingresaron al GOM. En abril, volvieron a salir a la huelga: “Fue casi totalmente dirigida por nosotros”, cuenta Moreno. “Hicimos una especie de comuna en Avellaneda: desviamos el tránsito y no se podía circular sin un carnet del sindicato”.

VILLA POBLADORA

Luego de este ensayo general, Moreno y varios compañeros del GOM fueron a vivir a Villa Pobladora, extensa barriada obrera circunscripta por el río y el ferrocarril, en Avellaneda.

Lograron hacer un fortín trotskista en medio de la marea peronista que inundó al país desde 1945. Además del trabajo en la carne, dirigieron el sindicato de la construcción, media comisión interna de la fábrica SIAM –la metalúrgica más grande del país, donde había ingresado Pereyra– y muchos otros establecimientos de las cercanías. Moreno asesoró a los dirigentes obreros ganados por el GOM en la fundación de varios grandes sindicatos, como la Federación de la Carne y la Asociación Obrera Textil.

Uno de los primeros activistas ganados por el GOM, en 1945, fue Elías Rodríguez: “El más grande dirigente obrero que conocí”, según Moreno.

Elías tuvo una trayectoria de primera línea entre los metalúrgicos, los textiles, los de la carne, moliendas minerales, municipales, etc. Organizador de fábricas y sindicatos, dirigente de huelgas, fue siempre un militante ejemplar del partido. En 1946, fue orador en el acto del homenaje a la revolución rusa que el GOM hizo en Pavón y Galicia en Avellaneda. Cuarenta y un años después, estuvo en el palco del acto en Plaza Once, donde el MAS conmemoró, una vez más, la revolución rusa.

La inserción de los trotskistas en las fábricas y en el populoso barrio obrero era completa. El GOM funcionaba en el Club Corazones Unidos de Villa Pobladora, cuya comisión directiva fue presidida por Moreno. Además de “usina” del trotskismo, el club organizaba bailes y actividades culturales, deportivas y vecinales.

Otro centro del GOM era el conventillo (inquilinato) de la calle Oliden, donde vivían Moreno y otros camaradas.

En el club y en el conventillo daban cursos y charlas: “aunque trabajábamos con línea sindical, lo fundamental eran los cursos, que eran los que más impactaban a los obreros”. Los temas iban desde enseñar a leer y escribir hasta dar la historia de las revoluciones francesa y rusa.

También, un curso “básico” de iniciación marxista y partidaria, que esencialmente es el mismo que sigue utilizando el partido.

Los días sábado, las charlas solían continuar con bailes. En los bares de Avellaneda era frecuente que algún parroquiano gritara en la madrugada: ¡Viva la Cuarta Internacional!

Los militantes del GOM, que pasó a llamarse Partido Obrero Revolucionario, llegaron al centenar, cifra tan costosa de superar como, años después, sería el primer millar.

Los éxitos del POR despertaron la atención: trotskistas que seguían en la “fiesta”, intelectuales y estudiantes se acercaron a ver esta “rareza” hecha por Moreno en Villa Pobladora.

Por esa vía, Moreno captó a unos jóvenes de la ciudad de Bahía Blanca, que estudiaban en la Universidad de La Plata y pertenecían al Partido Socialista. Entre ellos estaban Ángel Bengochea y Horacio Lagar, que formarían parte del equipo de dirección al que nos referiremos luego. Un poco después también ingresó, junto a otros intelectuales, Ernesto González. Era profesor de historia, recién egresado, y tenía una beca para seguir sus estudios en Francia. Cambió su destino para vivir en Crucecita (Avellaneda) y trabajar en un frigorífico como obrero.

EL GOM Y EL MOVIMIENTO OBRERO

¿Qué saldo dejó a Moreno el cumplimiento de las metas que propuso en su documento liminar “El Partido”?

Durante mucho tiempo él daba sus informes y recordaba su trayectoria con base en los errores cometidos, para mostrar a los militantes las debilidades de dirección. Consideró que la etapa Pobladora tuvo errores sectarios y obreristas y, sobre todo, los de una visión nacional estrecha de la construcción del partido.

Se autocriticó de haber tenido una posición inicialmente sectaria frente al peronismo, ya que el GOM denunciaba por igual a dicho movimiento nacionalista burgués y al frente burgués opositor, que era pro yanqui y estaba apoyado por los partidos comunista y socialista.

La desviación obrerista significó que el GOM no se dio una política sobre el estudiantado y las fracciones que rompían con el PC y el PS, ni sobre un importante fenómeno político, que fue el surgimiento de un partido laborista posteriormente disuelto por Perón.

Para Moreno el mayor déficit fue: “No vivíamos pendientes de la lucha y de la vida de la Cuarta Internacional. Creíamos que podía haber solución a los problemas del movimiento trotskista dentro del país, con una visión nacional y no mundial. No comprendíamos que sólo con una posición internacionalista se podían comenzar a solucionar realmente los problemas del trotskismo argentino.”

Seríamos, sin embargo, injustos si pensáramos que los errores del GOM y el POR echan sombra sobre su acierto histórico. Hicieron lo primero y fundamental que debemos pedirle a un grupo revolucionario que comienza a actuar: hacerse parte del movimiento obrero.

Ese fue el gran acierto del GOM. Moreno dice: “Fuimos los que dijimos que el lugar preferente de trabajo de los trotskistas debían ser los sindicatos peronistas. Supimos entender ese fenómeno decisivo. Y lo hicimos sin capitularle, porque denunciábamos el carácter totalitario y reaccionario de la burocracia sindical y del control estatal que ejercía sobre los sindicatos. Este acierto, opino, es la página fundamental que escribió nuestro grupo y la razón última de que subsista hasta la fecha: el haberse ligado al movimiento obrero”.

A Moreno se le grabó la experiencia de Pobladora. En adelante, daría la misma batalla en la Cuarta Internacional, polemizando con el trotskismo europeo, que no ha superado su etapa estudiantil e intelectual, no ha hecho su Pobladora.

En todas partes Moreno insistió en adquirir, mantener y reforzar la ligazón al movimiento obrero.

Lo hizo cada vez que el partido argentino se apartó de esa senda. Y lo repitió en todos los partidos que contribuyó a fundar: ayudó a los estudiantes del Bloque Socialista colombiano a meterse en las concentraciones obreras de su país; empujó al partido español a meterse en Getafe, la Avellaneda de Madrid; enseñó a los estudiantes brasileños a entrar en el gigantesco Pobladora de Latinoamérica que es el ABC de San Pablo.

Y así siempre, en todos lados…

CAPÍTULO IV – EL IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL

Moreno viajó por primera vez a París en 1948, como delegado del POR al segundo congreso de la Cuarta Internacional. El mundo de la posguerra estaba en ebullición.

Las guerrillas chinas de Mao Tse Tung estaban por tomar el poder. Media Europa había quedado ocupada al cabo de la guerra, por el Ejército Rojo, y empezaba la construcción de nuevos estados obreros.

Un explosivo proceso de liberación nacional sacudía al sur y al sudeste asiático, al mundo árabe y a toda África.

Los dirigentes de la Cuarta, entre los que estaban el griego Michel Raptis (Pablo), los ingleses Healy y Hunter, el belga Mandel, los franceses Frank y Lambert, el italiano Maitán, el chino Peng, los norteamericanos Cannon, Hansen, Farrel Dobbs y Novack, intentaban sacrificadamente poner en marcha la organización, sin la mano orientadora de Trotsky.

Moreno se sumó a la tarea.

Un ala de los camaradas se inclinaba por no reconocer el carácter de estados obreros a Polonia, Hungría, Checoslovaquia y demás países del este europeo, dado que sus transformaciones se hacían “en frío”, burocráticamente, sin revoluciones obreras ni direcciones bolcheviques, como la que había habido en Rusia.

Pablo, su discípulo Mandel y Moreno estuvieron, en cambio, entre los que decididamente encabezaron el reconocimiento de esos estados obreros como una conquista de las masas, a pesar de que nacían de un modo atípico y deformado por la burocracia.

Luego de una polémica, en la que Moreno tuvo destacada participación, la Cuarta se inclinó oficialmente por el reconocimiento. Esto ayudó al progreso del trotskismo, que pudo dar una respuesta correcta a un hecho decisivo de la posguerra: los nuevos estados obreros eran grandes triunfos de la revolución, que debían ser defendidos de toda agresión imperialista.

Pronto, sin embargo, la Cuarta entraría en crisis. Se vivía la época de la llamada “guerra fría” entre la URSS y Estados Unidos.

Los partidos comunistas tenían, entonces, un enorme prestigio, por la derrota de Hitler, las transformaciones del este europeo y la lucha de Mao en China.

El pablismo –nombre que se dio a la dirección cuyos ejes eran Pablo, Mandel y otros camaradas– analizó que el estallido de la tercera guerra mundial era inevitable.

Supuso que los partidos comunistas, obligados a defender a la URSS, se harían revolucionarios. Y decidió que los trotskistas debían practicar el entrismo en ellos, cosa que efectivamente hicieron muchos grupos europeos, durante veinte años.

La orientación significó una capitulación a la burocracia estalinista, que se haría extensiva poco después a otras direcciones burguesas y pequeñoburguesas.

Eso provocó que por muchos años el trotskismo prácticamente desapareciera de Europa. Moreno había sido, como él señaló, “un pablista de la primera hora”, porque estuvo junto a Pablo y Mandel en el debate sobre los estados obreros, acompañándolos también en su planteo de que la Cuarta debía ser un partido mundial centralizado.

Pero de inmediato los enfrentó cuando capitularon al estalinismo. Se opuso a su teoría de la “guerra inminente” y, sobre todo, a su análisis revisionista de que los partidos comunistas se harían revolucionarios.

Respecto del entrismo, Moreno afirmó que podía ser una táctica de los trotskistas para ligarse a las masas, entrando a los partidos donde ellos estuvieran, pero para romperlos, peleando desde adentro contra sus direcciones, ya que jamás dejarían de ser contrarrevolucionarios.

Para Moreno, la capitulación pablista se hizo particularmente patética en Bolivia.

La clase obrera del Altiplano había logrado hacer sindicatos revolucionarios, que libraron grandes luchas y crearon milicias armadas.

En 1952, se produjo una insurrección y las milicias obreras derrotaron a las fuerzas armadas burguesas. Los soldados desertaron y se pasaron al pueblo con las armas.

Los sindicatos formaron la Central Obrera Boliviana (COB).

La única fuerza armada del país eran las milicias obreras y campesinas. En ese proceso, el trotskismo, nucleado en el POR boliviano, había alcanzado influencia de masas.

Moreno planteó que el POR boliviano debía luchar para lograr que la COB y las milicias tomaran el poder. Su consigna fue: “Todo el poder a la COB”.

Pero Pablo, Mandel y el Secretariado de la Cuarta, junto a los dirigentes del POR boliviano, apoyaron en cambio al gobierno burgués de Paz Estensoro, que fue, en definitiva, el enterrador de la revolución obrera.

El trotskismo boliviano degeneró, desde entonces, en pequeñas sectas.

Moreno consideró que la capitulación del pablismo a una dirección nacionalista burguesa en Bolivia hizo perder la mayor oportunidad del trotskismo de dirigir una revolución obrera y convertirse en una corriente internacional de masas.

El pablismo provocó la crisis de la Cuarta no sólo por esta política revisionista capituladora, sino por sus métodos burocráticos.

Bajo su conducción el partido mundial centralizado degeneró en una organización vertical, donde el Secretariado imponía burocráticamente sus decisiones a las secciones nacionales.

El partido de Moreno había sido víctima de esos métodos. Los pablistas reconocieron como sección oficial argentina al pequeño grupo de Posadas, incondicional de Pablo.

Al POR de Moreno le dieron la categoría de simpatizante, a pesar de haber acreditado su penetración en el movimiento obrero con la firma de cincuenta dirigentes sindicales de primera línea.

Llegando al colmo de los métodos burocráticos en 1953, Pablo expulsó de la Cuarta Internacional a la mayoría de la sección francesa, que se oponía a su política de entrismo al PC, y atacó sus locales.

En solidaridad con los camaradas franceses, Moreno rompió relaciones con el Secretariado Internacional pablista.

La crisis condujo a la división de la Cuarta, produciéndose un alineamiento de fuerzas. De un lado quedó el pablismo. Del otro, se formó el Comité Internacional.

Unos pocos partidos quedaron desde entonces al margen de ambos, aislados del movimiento mundial.

Moreno se sumó al Comité Internacional.

La dirección de éste fue ejercida por el Socialist Workers Party (SWP) de los Estados Unidos. Con su vieja dirección obrera de Dobbs, Cannon y Hansen, que había participado en las grandes luchas sindicales norteamericanas y a la que Trotsky, desde su exilio en México, había ayudado directamente, era el partido de mayor tradición proletaria del trotskismo. Moreno se consideraba discípulo de esos dirigentes, particularmente de Hansen.

Pese al reclamo de Moreno, el Comité Internacional no se organizó como un partido mundial, democráticamente centralizado.

El SWP impuso que fuera una federación de partidos, con una organización laxa.

Debido a ello, el Comité Internacional no logró derrotar políticamente al pablismo, que siguió actuando como una fracción internacional revisionista. De ese modo, la crisis de la Cuarta no tuvo solución.

Como parte del Comité Internacional, Moreno y otros camaradas organizaron un Comité Latinoamericano, que poco después se convirtió en el Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO), editando la revista Estrategia, dirigida por Moreno.

El SLATO actuó a escala regional –Argentina, Chile, Bolivia, Perú– como una dirección centralizada para intervenir en la región.

Gracias a eso, desempeñó un papel muy importante en los acontecimientos peruanos, que luego veremos.

De la crisis de la Cuarta, provocada por el pablismo, Moreno sacó conclusiones definitivas: “En la Internacional pasaba algo parecido a lo que había sucedido en el movimiento trotskista argentino.

“Estaba en manos de una dirección no proletaria, con su base social en la intelectualidad europea y con todos los vicios de las corrientes pequeñoburguesas.”

CAPÍTULO V – PALABRA OBRERA

Retrocedamos a Villa Pobladora, de donde Moreno había partido hacia el Congreso de la Cuarta, en 1948. ¿Cómo influyó el abrazo de la causa internacionalista?

Fue una revolución. Moreno decía que antes tenía una visión fotográfica, estática de la realidad y que al comprender el marco mundial pudo ver el dinamismo de la película.

En 1949 y 1950, Moreno realizó importantes estudios de economía e historia argentina y latinoamericana, que se concretan en documentos y libros. Pero lo más importante fue la precisión del fenómeno peronista, que permitió al partido superar la visión obrerista y sectaria.

Moreno analizó que a escala continental había un plan de colonización yanqui. Hace cuarenta años fue un descubrimiento, ya que toda la izquierda seguía denunciando al imperialismo inglés como el principal enemigo.

Moreno consideró que, pese a su carácter burgués y totalitario, el gobierno peronista cumplía un papel relativamente progresivo al oponerse, aunque fuera tibia y cobardemente, al imperialismo norteamericano.

Con sus nuevas caracterizaciones, el partido dio un salto. Se extendió a varias otras localidades del país y, poco después, fue el único que denunció y llamó a luchar contra el golpe militar pro yanqui que se preparaba.

El golpe gorila se produjo, finalmente, en 1955. Pronto atacó al movimiento obrero, interviniendo a la Central sindical, disolviendo las comisiones internas fabriles y encarcelando y llegando a fusilar activistas obreros, así como dirigentes políticos del proscripto peronismo.

La respuesta fue una gran lucha obrera, conocida con el nombre de la Resistencia. La misma se libró en medio de una crisis total de dirección: Perón había huido al exilio y la burocracia sindical se “borró”, como llaman los argentinos a los que desertan cobardemente. El PS y el PC, por su parte, apoyaron a la dictadura.

Pese a la clandestinidad y a la pequeñez del partido, Moreno se lanzó con toda audacia a encabezar la lucha. Apenas un mes después del golpe, junto a Bengochea y a otros camaradas, firmó personalmente un volante llamando a la huelga general, en el día peronista (17 de octubre). La huelga se hizo espontáneamente, porque era el sentimiento de los trabajadores.

Comenzó en las empresas un agrupamiento de los luchadores para recuperar los sindicatos. Se hicieron huelgas y ocupaciones fabriles. La primera, en la metalúrgica Carma, desafiando a los tanques militares, fue dirigida por el partido.

Moreno trazó la línea de unir esas luchas, formando el Movimiento de Agrupaciones Obreras, cuyo periódico, Palabra Obrera, haría historia. Con su nombre pasó a conocerse el partido. Secuestrado innumerables veces por la policía, se convirtió en uno de los más leídos. Su tiraje regular, cercano a los 10.000 ejemplares semanales, llegaba, en ocasiones, a los 50.000. Se vendía en las puertas de las grandes fábricas y circulaba de mano en mano.

Su director, el Vasco Bengochea, detenido en varias oportunidades, fue entrevistado, en 1957, por la televisión norteamericana, como uno de los políticos más importantes de la Argentina.

La línea del partido era terminar de organizar los gremios más importantes, especialmente el metalúrgico, donde Palabra Obrera dirigía muchas de las principales fábricas, para formar una intersindical y lanzar la huelga general contra la dictadura.

Advirtiendo este peligro, Augusto Timoteo Vandor, el principal burócrata sindical peronista y dirigente de los metalúrgicos, abortó ese proceso, lanzando prematuramente la huelga aislada en ese gremio.

Muchas fábricas pararon, creyendo que la línea venía de los trotskistas.

Palabra Obrera no tuvo más remedio que ponerse a la cabeza de la huelga. Moreno la dirigió personalmente. El comité de huelga, formado por los compañeros más representativos, se reunía día y noche en casas del partido, con Moreno. Durante veinte días la huelga mantuvo en vilo al gobierno, hasta que se debilitó y fue derrotada. Costó el despido del activismo, principalmente trotskista.

Por esa causa, la intersindical, que poco después se formó, tuvo una neta mayoría peronista. Pudo haberla tenido el trotskismo, si la huelga metalúrgica hubiera triunfado.

La intersindical tomó el nombre de 62 Organizaciones Peronistas. Hoy son un aparato sin base de la peor burocracia sindical. Pero en su origen tuvieron un funcionamiento democrático, realizando semanalmente plenarios abiertos y con barra, a los que asistían miles de luchadores obreros. La burocracia no tenía más remedio que aceptarlos, debido al ascenso de las luchas.

Palabra Obrera solicitó su ingreso a las 62. Este entrismo a la rama gremial del peronismo se hizo para seguir disputándole la conducción a la burocracia, ahora en condiciones más difíciles.

En los plenarios, Moreno y Bengochea fueron aclamados muchas veces y lograron ganar distintas votaciones. Finalmente, cuando aflojaron las huelgas, la burocracia pudo terminar con la democracia obrera.

A partir de 1959, comenzaron en la Argentina diez años de retroceso de las luchas, durante los cuales la burocracia sindical se afianzó nuevamente. Palabra Obrera, que había arañado la dirección del movimiento obrero, retrocedió hasta convertirse, otra vez, en un pequeño grupo.

Varios de los principales dirigentes obreros del partido fueron despedidos de sus trabajos. Y otros organizaron una fracción que le capituló a la burocracia y rompió con Palabra Obrera. Los encabezó Fucito, un prestigioso miembro de la dirección partidaria, que había sido dirigente metalúrgico y entonces lo era de los obreros navales.

Moreno polemizó con esos compañeros, que sostenían que los burócratas sindicales eran luchadores ideológicamente confundidos. Les demostró que eran, en realidad, agentes pagos de la burguesía para traicionar las luchas obreras. Y les pronosticó que ellos mismos terminarían haciéndose burócratas y sirvientes de la burguesía peronista. Fucito murió, poco después de la ruptura, en un accidente de tránsito. Y los que se fueron con él, terminaron como había dicho Moreno.

Moreno que, como siempre, fue el primero en señalar los propios errores, consideró que esa etapa brillante del partido, en la que logró enorme influencia sindical y política, tuvo desviaciones sindicalistas y movimientistas. Los cuadros partidarios actuaron como extraordinarios dirigentes de las luchas obreras, pero sin construir paralelamente el partido. Es decir, sin captar ni formar cuadros ni equipos organizados.

LA DIRECCIÓN DE PALABRA OBRERA

Lo que más impacta al recorrer este período de la historia de Moreno y del partido argentino es esa enorme influencia sindical y política que lograron, a pesar de la conciencia peronista que tenían los trabajadores y siendo ellos un partido muy pequeño.

El hecho sirve para ilustrar que en esa ocasión, igual que en muchas otras, que se presentaron y se presentarán en todo el mundo, hubo, hay y habrá, cada vez más, posibilidades para el desarrollo del trotskismo.

En su momento, más allá de sus errores sindicalistas y movimientistas, Palabra Obrera pudo aprovechar sus posibilidades, porque estaba preparada para ello.

Sus cuadros –si bien reducidos en número– y su dirección, se habían templado para eso.

Diez años antes, Moreno había dado la línea de ir al movimiento obrero. Allí se formó él mismo, dirigiendo huelgas como la de la carne del 1945, y aprendiendo de los anarquistas y de sus piquetes. Al lado suyo, como dirigente del sindicato de los obreros químicos, había hecho su experiencia Bengochea, convirtiéndose en otro pilar de esa dirección. Y junto a ellos, Daniel Pereyra, Fucito, Lagar y Ernesto.

Ellos se apoyaban a su vez, en cuadros sólidos, de los que Elías Rodríguez fue un ejemplo.

Todos se hicieron en el trabajo persistente en el movimiento obrero y remando contra la corriente del peronismo. Así pudieron conformar un gran equipo de dirección que, al inicio de su corta historia, pegó el salto cualitativo de hacerse internacionalista.

Fue un equipo donde varios de sus miembros eran expertos en El Capital, en Marx o en Hegel, y discutían sobre Bolivia, China, los estados obreros, la marcha de la revolución mundial y la construcción de la Cuarta, a la vez que apostaban entre sí quién “abría” una fábrica difícil o captaba más obreros en un curso.

Practicaban una franqueza y lealtad brutales en sus discusiones, y una división de tareas en la que los cargos, desde la secretaría general a la dirección del periódico, pasando por las finanzas o la organización, eran desempeñados alternativamente, de acuerdo a las necesidades.

Todo ese equipo buscaba responder a lo grande de la realidad, con sus reducidas fuerzas.

Y así logró hacer proezas.

Luego, con el retroceso, ese equipo se resquebrajó. Fucito le capituló a la presión terrible de la burocracia sindical peronista. Bengochea, Pereyra y Lagar lo harían, como veremos, a otra presión, tan o más terrible, como fue la del castrismo. Moreno, que resistió, lamentó siempre esa crisis. Más adelante retomaremos el tema. Pero recordemos que Moreno, tomó al equipo de dirección de Palabra Obrera como modelo. Y en todas partes en lo sucesivo, trató de ayudar a formar dirigentes y cuadros que siguieran su ejemplo, y se prepararan, teórica y prácticamente, para disputar audazmente la conducción de las masas.

CAPÍTULO VI – BAJO EL SIGNO DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

En 1959, cuando comenzaba el retroceso de las luchas en la Argentina, en Latinoamérica y el Caribe se invertía por completo el signo, y comenzaba un gran ascenso. Triunfaba la revolución cubana, rompiendo todos los esquemas construidos hasta entonces.

Un movimiento guerrillero, originalmente nacido de un partido tradicional de la oligarquía, apoyado por la iglesia y que tenía una dirección estudiantil y pequeñoburguesa, empalmó, después de años de luchar en forma aislada en la sierra, con un gran ascenso de masas. Fidel y el Che encabezaron entonces una insurrección popular triunfante, y poco después expropiaron a la burguesía, instaurando el primer estado obrero de América.

El imperialismo fue totalmente sorprendido. Tanto erró su cálculo, que algunos sectores burgueses yanquis habían apoyado al Movimiento 26 de Julio y a Fidel, que apareció reporteado como un héroe en la revista Life.

El estalinismo sufrió un rudo golpe y quedó completamente descolocado: por primera vez una revolución triunfante quedaba totalmente fuera de su control.

El trotskismo tampoco estaba preparado para un hecho como el cubano.

Moreno preveía levantamientos de masas en todas partes, pero con insurrecciones como la boliviana del 1952 o como la que estuvo en puerta en la resistencia argentina, protagonizadas por la clase obrera.

La revolución cubana desató un vendaval. Fidel y el Che pasaron a encabezar un movimiento latinoamericano, que ganó a la mayor parte de los mejores luchadores.

Pero pronto, tras las justas consignas que levantaron, tales como: “Hacer de los Andes una nueva Sierra Maestra”, “Hacer dos, tres, muchos Vietnam” y del planteo de la lucha armada por el socialismo, aplicaron en todos los países la misma receta guerrillera, desdeñando la lucha de clases real.

Creyeron encontrar un atajo, una vía más corta y segura para la revolución. Pero fue un callejón sin salida. Durante casi veinte años, una generación entera de revolucionarios latinoamericanos que siguió al castrismo terminó en el desastre, capitulándole en muchos casos a la burguesía pero no salvándose por eso del exterminio. La mayor parte de los sobrevivientes de la matanza que sufrió el propio Che en Bolivia en 1967, y luego los Tupamaros, los Montoneros, el ERP y decenas de grupos, terminó en la más oscura bancarrota política y moral.

Al cabo de veinte años de esta tragedia política que dejó montañas de cadáveres de heroicos luchadores, Castro, en la isla, abrazado al estalinismo, llama a no extender el socialismo y a no luchar por él.

Un sector del propio partido de Moreno, rompió con él y se hizo castrista. Lo pagó con su vida, igual que el resto.

La mayor parte del trotskismo mundial, desde la distancia, pasó también a apoyar y a adorar los métodos y la política del castrismo, siendo responsable, por lo tanto, de sus consecuencias.

Moreno se quedó casi sólo resistiendo ese vendaval y polemizando con todos ellos, aferrado al mástil de los principios trotskistas y de la clase obrera.

LAS PRIMERAS DISCUSIONES

Después de algunas vacilaciones, Moreno asimiló la novedad de la revolución cubana. Mucho antes que el estalinismo, reconoció y saludó la existencia del nuevo estado obrero al que pasó a considerar como la mayor conquista lograda por las masas latinoamericanas.

Felicitó a Fidel y al Che por su llamado a constituir un movimiento continental. Con admiración y respeto hacia ambos –al Che lo entrevistó en Uruguay en 1960– Moreno consideró que en Latinoamérica había un proceso revolucionario único, encabezado por ellos, del que había que formar parte, aún con diferencias políticas y metodológicas profundas.

Sacó también importantes conclusiones teóricas. El Programa de Transición casi desechaba la posibilidad de que un movimiento guerrillero pequeño burgués, como el castrismo, pudiera encabezar una revolución socialista. Dedujo, entonces, que la situación mundial se había hecho más revolucionaria, más trotskista de lo que previó Trotsky. Y concluyó que la guerra de guerrillas debía incorporarse como una táctica más del arsenal de la lucha armada de masas, para ser aplicada en determinadas circunstancias.

Al mismo tiempo, inició la discusión con la vanguardia que creyó que, en todo tiempo y lugar, había que ir a jugarse la vida abriendo un foco guerrillero.

Moreno insistió en el trabajo sobre el movimiento obrero y las masas y llamó a continuar la tarea de construir un partido mundial revolucionario, oponiéndose a la concepción pequeñoburguesa de hacer ejércitos guerrilleros nacionalistas, que obedezcan sin chistar las órdenes de sus jefes.

La discusión bajaría a tierra de inmediato en Perú.

CUZCO, LA CONVENCIÓN Y LARES

Un eco del ascenso de las luchas desatado por la revolución cubana se produjo, a fines de la década de 1950, en el Perú. En el Cuzco, en los valles de La Convención y Lares, los campesinos se alzaron y ocuparon tierras. Los propietarios se organizaron para defenderlas violentamente.

La explosiva lucha campesina nada tenía que ver con un foco guerrillero como los que postulaba el castrismo. Era una lucha de masas.

Cuba se negó a apoyarla, pero el trotskismo corrió a hacerlo.

Hugo Blanco era un estudiante peruano que cursaba en la Universidad de La Plata en Argentina. Allí fue ganado por el partido y Moreno lo convenció de que volviera al Cuzco a militar con los campesinos. Así lo hizo y se convirtió en un legendario dirigente de masas, el mayor que dio el trotskismo en Latinoamérica.

Todo el partido argentino y el SLATO se volcaron a ayudar al Perú. Moreno trazó la línea: impulsar la sindicalización masiva, que ya estaba en curso, de los campesinos, y que sus sindicatos ingresen a la central obrera peruana. Plantear la creación de milicias campesinas para defender las tierras ocupadas. Y paralelamente, construir el partido no sólo en la zona sino en Lima, ganando a la clase obrera.

Así se empezó a hacer. Daniel Pereyra se fue a instalar en Lima. El partido argentino reunió cotizaciones y muchos militantes remataron sus bienes personales para apoyar la lucha. Moreno viajaba periódicamente, organizando la ayuda material y orientando el trabajo. Al poco tiempo, Hugo Blanco era el delegado de los campesinos a la central de trabajadores del Cuzco.

Pero empezaron los problemas. Las tesis castristas hicieron mella en Pereyra y otros dirigentes. En vez de golpear sobre el movimiento obrero y estudiantil limeño para que apoyasen a los campesinos y en vez de construir el partido, organizaron un grupo guerrillero. Querían dar un “golpe maestro” asaltando un banco y, a la vez que conseguir fondos, crear un hecho político.

Moreno inició una dura polémica contra la desviación putschista. Fue a Perú a impedir el asalto. Resultó inútil. El Che Pereyra, como entonces lo llamaba la prensa latinoamericana, había sido ganado por la concepción guevarista. En 1962 asaltó el Banco de Crédito de Miraflores, en Lima.

Resultó desastroso. En vez de despertar apoyo popular, dio el pretexto al gobierno y a la burguesía para desatar la represión. Pudieron aislar la lucha campesina, hasta hacerla retroceder y derrotarla.

Hugo Blanco fue víctima de una larga cacería, que terminó con su encarcelamiento y condena a muerte. Una campaña mundial del trotskismo pudo finalmente salvarle la vida y lograr años después su amnistía.

Inmediatamente después de producido el asalto, Moreno ayudó a la fuga y el ocultamiento de Pereyra y los demás camaradas, logrando que salieran de Lima. Pero luego fueron apresados, encarcelados y ferozmente torturados.

Moreno, acusado por la burguesía de ser el organizador el asalto, pudo esconderse en Bolivia. Allí fue detenido y posteriormente liberado, aprovechando para organizar la ayuda a Hugo Blanco. Regresó clandestinamente a Buenos Aires, donde volvió a ser detenido. Luego de un año de cárcel, la justicia argentina rechazó la extradición pedida por el gobierno peruano.

Vale la pena comentar aquí que, años más tarde, en 1969, Moreno volvió a entrar a Perú, eludiendo los controles. La policía no daba crédito a sus ojos cuando Moreno se presentó voluntariamente al juzgado de Lima. Tres meses después, en un sonado juicio, fue absuelto del cargo por el que lo habían perseguido durante siete años.

En la cárcel, Moreno organizó equipos de ajedrez y fútbol. Allí recibió la visita de jóvenes trotskistas, algunos de los cuales hoy dirigen al partido peruano.

Los dramáticos y trágicos episodios dieron tema a la novela titulada “Avisen a los compañeros pronto”, que fue llevada al cine.

LA CRISIS DE PALABRA OBRERA

Mientras tanto, el partido argentino se había debilitado por los acontecimientos antedichos y comenzó a abandonar las fábricas y universidades. Muchos compañeros pensaron, también ellos, en realizar “acciones ejemplares”, dejando de lado la dura y gris actividad en la clase obrera, la venta del periódico, los equipos y las cotizaciones.

Esta desviación, que puso en peligro la existencia misma del partido, se corrigió cuando Moreno pudo reasumir la dirección. Entonces, se comenzaron a recuperar el método y las tradiciones.

En ese momento se produjo la ruptura de Bengochea, ganado también por las concepciones guerrilleras. Él había sido enviado a Cuba junto a un grupo de militantes, por la dirección del partido. Su delicada misión consistía en tratar de lograr que Fidel Castro se decidiera, por fin, a apoyar a Perú, organizando el rescate de Hugo Blanco del cerco represivo que lo envolvía.

Pero Bengochea no regresaba ni informaba sobre la marcha de su tarea. Después se supo que se había quedado en la isla, recibiendo entrenamiento militar, en el que obtuvo las más altas calificaciones. A pesar de que había estado junto a Moreno en su lucha contra la desviación putschista de Pereyra, en Cuba fue ganado también, él, por el castrismo. Regresó en 1963 a Buenos Aires para irse del partido y organizar la guerrilla en el norte argentino. Así lo hizo, pero unos meses después de la división, él y su grupo perecieron trágicamente al estallar la residencia, en la calle Posadas del barrio norte de la Capital, donde habían instalado un arsenal.

La ruptura de Bengochea fue el primer gran tributo que Moreno y su partido pagaron a la terrible presión de los métodos y la política castrista, que mandaron al exterminio a tantos revolucionarios.

No hubo lucha fraccional, la división se hizo franca y fraternalmente. Las diferencias quedaron perfectamente claras. Moreno evitó deliberadamente una discusión cuerpo a cuerpo con Bengochea, polemizando en cambio con los escritos del Che Guevara.

El trabajo, titulado “Dos métodos frente a la revolución latinoamericana”, es una de las mayores contribuciones del trotskismo, deslindando terreno con el foquismo.

Moreno hizo esfuerzos por evitar que Bengochea se fuera definitivamente al castrismo y buscó dejarle una puerta abierta para que retornara al trotskismo. En una carta personal, le escribió: “Por si usted decide romper, nosotros decidimos darle todas las posibilidades y los medios para que aplique a fondo su experiencia. Yo no estaba dispuesto bajo ningún concepto a polemizar ni a pelearme personal ni polémicamente con usted. Y dado que lo consideraba un gran revolucionario, debíamos darle la posibilidad de que aplicara sus concepciones revolucionarias.

“El Secretariado estuvo completamente de acuerdo conmigo: usted era demasiado para todos nosotros, para embarcarnos en una lucha fraccional o polémica con el compañero al que más queríamos…”

La ruptura de Bengochea fue el punto crucial de la destrucción del equipo de dirección de Palabra Obrera. Moreno nunca dejó de ver las causas objetivas de esa destrucción. Pero al final de su vida hizo un balance autocrítico, señalando que “su problema más grave” había sido el equipo de dirección: “…cómo cuidarlo y hacer todos los sacrificios necesarios para ello. Durante un largo período no entendí ese problema. Cuando por fin lo comprendí, gracias al SWP y a Joe Hansen, en especial, ya era tarde. Algunos compañeros de la vieja guardia sostienen que la ruptura del viejo equipo de dirección, con Bengochea, Lagar, Fucito y otros, el mejor que ha tenido el partido en toda su historia, era inevitable, debido a la influencia política del castrismo. Ese factor existió, pero yo creo que se agregaron elementos de tipo subjetivo, aportados por mí. Preferí discutir y ejercer la verdad en abstracto, en lugar de poner todo el cuidado posible para mantener ese equipo. Tal vez no sea así, pero yo moriré con esa duda y esa pena” (Conversaciones con Nahuel Moreno, 1986).

EN LA CUARTA INTERNACIONAL

La revolución cubana fue, como no podía ser menos, un revulsivo para las corrientes de la Cuarta Internacional.

Como había ocurrido diez años antes con los estados obreros del este de Europa, Cuba provocó que una mayoría de los trotskistas reconociera a la revolución cubana y una minoría, sectariamente, la ignorara.

La mayoría se reunificó, en 1963, rompiendo las anteriores fracciones, y formando el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional (SU).

Pablo y Posadas se habían retirado y al frente de esa corriente estaban Mandel, Maitán, Frank y otros. A ellos se unió el SWP.

Moreno se sumó un año después. Si bien consideraba que la reunificación era progresiva, pues reagrupaba a la mayoría del trotskismo para apoyar a la revolución cubana, temía que la dirección del SWP cediera a los revisionistas, y alertó sobre el peligro de que ahora se produjera una capitulación al castrismo, como antes había ocurrido con el estalinismo. Desgraciadamente, así fue. La mayoría del SU no tardó en dar para Latinoamérica la desastrosa orientación de que los trotskistas centraran su actividad en el campesinado y la guerrilla rural. Más tarde la cambiaron por la orientación de hacer guerrilla urbana. Es decir, se plegaron totalmente al castrismo.

Comenzó entonces una fortísima discusión, encabezada por Moreno.

La misma se dio, principalmente, alrededor de la propia Argentina y de Bolivia, países donde la orientación dada por la mayoría del SU causó mayores estragos.

El partido argentino se había vuelto a fortalecer, desarrollando pacientemente su trabajo en el movimiento obrero y estudiantil.

Desde fines de la década de 1950 en adelante entraron al partido sucesivas camadas de compañeros, que se fueron haciendo cuadros y dirigentes. Algunos de ellos, que trabajaron estrechamente con Moreno en distintas épocas, eran Eduardo Expósito, Satchman, Aníbal Tesoro, Arturo Gómez, Lombardi, Alejandro Dabat, César Robles, Alberto Pujals, Nora Ciapponi, Aldo Romero, Mercedes Petit, Roberto Ramírez, Alba, Eugenio Greco, Silvia Díaz, Eduardo Sorans, Mario Doglio, Marina, Orlando, Luis Pujals, Bonet, Ritita, Lidia, Pestaña, Armando, Cabezón y otros. En 1965, el partido se unificó con un grupo estudiantil denominado FRIP, que actuaba en el norte del país y era liderado por Roberto Santucho. Se formó así el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), cuyo periódico se llamó La Verdad. Pero dos años más tarde, debido a la presión del castrismo y de la mayoría del SU, el partido se volvió a romper. Esta vez la división fue más profunda, porque arrastró a muchos cuadros y militantes. Santucho se fue, en medio de una dura lucha fraccional, formando el PRT (Combatiente) para hacer la guerrilla. Su brazo armado sería el ERP. Con Santucho, se fueron Lagar y Daniel Pereyra, recién salido de la cárcel peruana. Y promisorios cuadros y dirigentes, como Dabat, Lombardi, Bonet, Luis Pujals y otros. La mayoría del Secretariado Unificado, que los había impulsado en su lucha dentro del PRT, los reconoció como sección oficial.

Les puso el sello para enviarlos al desastre político y a la muerte.

Moreno se aferró una vez más a los principios y resistió el golpe. Quedó al frente del partido, otra vez debilitado: el PRT (La Verdad). Y permaneció dentro del SU, donde hizo un bloque con el SWP, para combatir a la capitulación guerrillerista y ultraizquierdista. ¡Una vez más, el ERP sección oficial y Moreno simpatizante!

Como saldo de esa lucha, Moreno escribiría su obra “Un documento escandaloso”, aparecida en 1974. El libro, que polemiza con Mandel, es un resumen de las diferencias con el guerrillerismo y el ultra izquierdismo y una guía para la construcción del partido. Conocido como “el Morenazo”, el texto fue estudiado por cuadros trotskistas en todo el mundo y dio la base teórica, política y metodológica para la construcción de la fuerte corriente trotskista mundial, que Moreno pasaría a encabezar.

LA LECCIÓN DE PERÚ

Ante el vigoroso desarrollo de la movilización revolucionaria de los campesinos de La Convención y Lares, dirigida por Hugo Blanco, los terratenientes y las fuerzas represivas desataron una violenta persecución.

El movimiento campesino organizó su autodefensa y se produjeron choques armados.

Al mismo tiempo (1962), en el partido trotskista peruano (el FIR, del que Hugo Blanco era uno de los dirigentes) se desarrolló una desviación guerrillerista.

Su fracaso fue un ejemplo más del fracaso de las aventuras putschistas y de la corrección de la línea de unirse a las masas e impulsar su movilización1.

Moreno libró una gran batalla política contra esta desviación. En carta a la dirección del FIR expuso un pronóstico que pronto fue confirmado por los hechos:

“Hugo Blanco, en tres o cuatro meses se transforma en un líder de masas indiscutido, conocido por todo el Perú y por todo el continente, separado de sus amigos putschistas, ya que se verá obligado a emplear los métodos que veníamos preconizando sin éxito desde hace meses: desarrollar la revolución agraria, responder a las acciones armadas con otras acciones armadas […].

“Esta política será explosiva, y en pocos meses capitalizará el prestigio de Hugo Blanco, que se transformará en nuestro primer líder de masas latinoamericanas…” (La Paz, 15 de junio de 1962).

En una carta posterior (23 de febrero de 1963), Moreno respondió a un grupo de dirigentes y militantes que hablaban de “abrir un segundo frente”. Allí decía:

“Este término significa que lo de Hugo (Blanco) es un primer frente. No sé qué justificativos tienen ustedes para denominar primer frente a lo de Hugo. Para nosotros, lo de Hugo es un fabuloso movimiento revolucionario de las masas campesinas, sin ninguna característica de primer, segundo o tercer frente […].

“Si cuando ustedes llaman a construir un segundo frente quieren decir hacer lo mismo que Hugo Blanco, estamos completamente de acuerdo […].

“Hay que sindicalizar, ocupar tierras, captar dirigentes campesinos para el FIR, editar un periódico o lograr una radio para todo el Perú, hay que organizar las milicias campesinas del FIR, hay que tender a organizar un partido único de la revolución peruana.

“Si es así, se trata de abrir tantos frentes como valles y zonas campesinas hay en Perú. ¿Ese es el segundo frente?

“Sabemos que no, que para ustedes el segundo frente es un frente militar, un grupo de magníficos pequeñoburgueses o lúmpenes revolucionarios que estudiaron teórica y prácticamente a Mao y al Che, que nunca sindicalizaron a un campesino, ni jamás estuvieron al lado de un campesino, que tomaba su tierra o combatía a su gamonal, que siempre estuvieron estudiando la apertura de frentes.

“Con esos elementos se trata de comenzar una batalla militar, tipo guerrilla, contra fuerzas reaccionarias, apoyándose en el campesinado […].

“Les decimos: basta de seguir jugando a la revolución, basta de ser en los hechos criminales políticos: no hay tarea más urgente, inmediata, fundamental que ayudar a Hugo Blanco en todos los terrenos.”


1. Editorial Cehus reeditó en 2015 Perú: dos estrategias, con las cartas de esta polémica. Ese texto estaba agotado desde 1964.

EL RECONOCIMIENTO DE HUGO BLANCO

Hugo Blanco, dirigente del campesinado peruano, es seguramente la personalidad trotskista más conocida de América Latina. En la década de 1960, dirigió una gran movilización agraria en el sur del Perú. Aplicó así, por directa inspiración de Moreno, el método de impulsar la movilización de las masas que había aprendido cuando militaba en el partido en La Plata.

En su libro Tierra o Muerte, Blanco contaba que “fue en el partido trotskista argentino, entre cuyos dirigentes sobresalía Nahuel Moreno, donde recibí mi educación marxista.”

En el mismo libro, al referirse a la desviación guerrillerista que casi destruyó a su partido (el Frente de Izquierda Revolucionario), Hugo Blanco destacó: “El mérito de haber reaccionado primero e iniciado una lucha seria contra esta desviación corresponde al camarada Nahuel Moreno, el principal teórico del trotskismo latinoamericano”.

Alejado de nuestra corriente desde hace muchos años por graves diferencias políticas, al fallecer Moreno, Hugo Blanco envió el siguiente mensaje: “Con gran sorpresa y dolor me he enterado hoy día del fallecimiento del camarada Nahuel.

“Reconozco en él a mi mayor maestro de marxismo y siempre lo he reconocido así, a pesar de que los avatares de la lucha revolucionaria hace años que separaron nuestros caminos.

“Latinoamérica ha perdido a un incansable e inteligente combatiente de la revolución. Cuando lleguemos al triunfo, uno de los nombres recordados por el futuro será indudablemente el de Nahuel Moreno.

“Espero que el MAS tenga éxito en su lucha por la revolución, que será la mejor manera de honrar la memoria de Nahuel.

“Hasta la victoria final.Hugo Blanco”.

CAPÍTULO VII – EL PST

El partido argentino quedó, como vimos, golpeado por la ruptura del ala guerrillera. Además, en 1966 el golpe militar de Onganía lo había forzado a replegarse hacia la clandestinidad.

En esas condiciones, Moreno volvió a hacer lo de siempre. Había escuchado en la cárcel peruana que la policía empleaba el término “peinar” para designar la búsqueda, casa por casa, de activistas. Del mismo modo Moreno empujó al partido a “peinar” las fábricas, en busca de activistas, durante esos años de retroceso. Además, muchos cuadros continuaron entrando a trabajar como obreros e hicieron su experiencia de dirigentes fabriles.

Moreno puso su mayor empeño en ayudar a los cuadros y construir con ellos un equipo de dirección. Tuvo una paciencia infinita, apoyándolos en todas las circunstancias y discutiendo, con cada uno, sus experiencias y problemas de cualquier índole.

De este modo, el partido se recompuso y, a fines de la década de 1960, estaba en buenas condiciones para aprovechar las ocasiones que se le presentarían.

Como siempre, Moreno fue el primero en “olfatear” por dónde vendría el proceso. En 1968 se produjeron en Francia los acontecimientos conocidos como el mayo francés, que permitió un gran salto a los trotskistas, fundar la poderosa Liga Comunista Revolucionaria. De estos hechos, Moreno sacó, entre otras, la conclusión de que había que prestar preferente atención al movimiento estudiantil, porque por allí vendría un ascenso y avanzaría el partido.

El partido concentró militantes en las universidades y así estuvo listo para recibir el gran auge de las luchas, primero estudiantiles y luego obreras, que se produjeron.

En 1969 estallaron una serie de semi insurrecciones, la mayor de las cuales fue el cordobazo, que marcó el comienzo del fin de la dictadura.

El nuevo ascenso argentino sería, como dijo Moreno, “la prueba de dos líneas”. Antes del cordobazo, el castrismo y el mandelismo mandaron a los cuadros y al activismo a salir de las fábricas y las universidades, para llevarlos al campo a preparar la guerrilla rural. Moreno, en cambio, llamó a concentráse en el movimiento obrero y estudiantil, por donde iba a venir y vino la lucha de masas.

Después del cordobazo, el castrismo y el mandelismo mandaron a esconderse en la clandestinidad, porque la dictadura iba a reprimir, y a preparar la guerrilla, ahora urbana. Moreno, en cambio, llamó a utilizar todos los resquicios de libertades democráticas, que la lucha de masas estaba imponiendo.

Para eso, tuvo que empujar la inercia de su propio partido, habituado a la clandestinidad, y con un grupo de militantes universitarios abrió el primer local semilegal, bajo la fachada de una cooperativa estudiantil.

Con la misma audacia y empuje, a continuación, el partido de Moreno se unificó con una fracción de izquierda desprendida del Partido Socialista y encabezada por Juan Carlos Coral. Se fundó así, en 1972, el Partido Socialista de los Trabajadores.

Después de conseguir 40.000 afiliaciones y la correspondiente legalidad, en la segunda vuelta de las elecciones de 1973, el PST alcanzó 180.000 votos, ocasión en que el PC y la guerrilla llamaron a apoyar al peronismo.

El PST inició el proceso electoral como un partido prácticamente desconocido. Y salió extendido a todo el país, con 50 locales y varios miles de militantes, respetado por la clase obrera.

AÑOS DECISIVOS

Los años del 1974 al 1976 fueron decisivos para Moreno y el partido.

En lo personal, Moreno sufrió el doloroso golpe de la muerte de Rita, su esposa. Ella enfermó a fines de 1973. Confirmado el diagnóstico de cáncer, fue operada. Moreno permaneció a su lado y por esa causa no asistió al X Congreso de la Internacional. Comenzó entonces una emocionante lucha por la vida, que libraron ambos, acompañados por sus hijos y los camaradas. Pero la muerte pudo más.

Rita falleció en agosto de 1974. Fue velada en el local central del partido –en la calle 24 de Noviembre de la Capital– y despedida por la militancia.

El partido sufriría otros golpes igualmente dolorosos. El PST venía mostrando su fibra interviniendo a la cabeza de las luchas.

En ese trágico año de 1974, el gobierno peronista organizó la Triple A y proliferaron los grupos parapoliciales. Sus tres primeros asesinados fueron los militantes del PST que, armas en mano, defendían el local de General Pacheco, zona obrera del norte del Gran Buenos Aires, de los ataques fascistas. Caerían muchos más compañeros.

En noviembre de 1974, la Triple A acribilló a balazos al Negro César Robles, después de que fuera perseguido por la calle y alzado en un coche policial.

Al año siguiente, en la masacre de La Plata asesinaron a ocho militantes que participaban en el apoyo a la huelga de Petroquímica. Y en mayo de 1976 se produjo, a los 38 años, la inesperada muerte de Arturo Gómez, por un ataque cardíaco. Él era el secretario general del partido, y cayó por la sobrecarga de trabajo y tensiones.

Fue un golpe tras otro.

El partido, reconcentrándose en sus firmezas y tradiciones, homenajeó y lloró a sus muertos queridos, en grandes actos públicos, con dientes y puños apretados.

Las pérdidas del Negro César y de Arturo fueron un golpe irrecuperable, en otro sentido.

Ellos eran dos de los dirigentes más destacados de la nueva generación, y Arturo en ese momento era el eje de la dirección del partido.

Con su muerte, la lenta y trabajosa tarea, en la que estaba empeñado Moreno, de construir un nuevo equipo de dirección, se vio tremendamente dificultada.

Moreno sacó fuerzas de la flaqueza. Sobreponiéndose a su pena y a su crisis personal, encaró dos tareas colosales que se abrían. Una, realizada por la comisión exterior del PST, fue la de viajar y entablar lazos con los otros partidos y grupos trotskistas del mundo, extendiendo a ellos las discusiones que Moreno había hecho en el SU. Alberto Pujals, Eduardo Expósito, Aldo Romero, el Negro Andrés, Eugenio Greco, Mario Doglio entre otros, y el propio Moreno viajaron a Venezuela, Colombia, México, Portugal, España y a más países, sentando las bases para formar una tendencia principista en la Internacional.

Entre los primeros compañeros que se ganaron en Europa estaba el italiano Dario “della minoranza”.

Al servicio, principalmente, de esta tarea internacional, se editó en Buenos Aires la Revista de América, bajo la dirección de Moreno.

Otra tarea, dentro del país, fue la preparación del partido para el pase a la clandestinidad. Moreno figuraba en la lista de los primeros condenados a muerte por la Triple A.

Toda la dirección del partido y muchos cuadros estaban, también, marcados. Cuando a eso se sumaron las amenazas de distintos golpes de estado, la decisión de pasar, primero parcialmente y luego, totalmente, a la clandestinidad, fue adoptada.

De ese modo, cuando la dictadura genocida de Videla se instaló en el poder, en 1976, el PST estaba en guardia: los militantes tenían casas seguras y había tres aparatos de imprenta preparados para funcionar aún bajo los militares.

En esto también se probaron las dos líneas.

El baño de sangre desatado por la dictadura terminó con las trágicas y valientes experiencias guerrilleras. Sus organizaciones fueron semidestruidas y sus militantes, secuestrados, asesinados y encarcelados.

El PST sufrió igualmente. Perdió más de cien militantes entre ellos el Cabezón, de la dirección nacional, y otros centenares fueron detenidos y torturados.

Decenas, pasaron años en la cárcel. Entre ellos, José Francisco Páez, dirigente obrero del cordobazo e integrante de la dirección del MAS.

Pero a diferencia del ERP y de los Montoneros, el PST resistió y, cuando cayó la dictadura, transformado en el MAS, se hizo el partido más grande de la izquierda argentina.

Al mismo tiempo, sus cuadros dirigentes hicieron una contribución decisiva a crear una corriente revolucionaria mundial. La lucha de clases dio su veredicto. Las dos líneas se probaron.

Moreno tuvo razón.

EL ROL HISTÓRICO DE LA IV INTERNACIONAL

En el marco de la polémica con la mayoría de la dirección de la IV Internacional, en vísperas del X Congreso (1974), Moreno elaboró un largo trabajo titulado “Un documento escandaloso”, luego conocido como el “Morenazo”1. La última página nos ofrece, en apretada síntesis, la posición de Moreno sobre el rol histórico de la Internacional trotskista.

“Hemos terminado. Sólo nos queda una aclaración por hacer. La construcción de un partido revolucionario mundial de los trabajadores es, ya lo hemos dicho, la más grande tarea que se haya planteado nunca al ser humano. Por su inmensidad, y por los poderosísimos enemigos que enfrenta, es una tarea muy larga y muy difícil. Somos un puñado de militantes que enfrentamos, con la única arma moral de nuestra confianza incondicional y ciega en el movimiento de masas y en la clase obrera, al imperialismo y a la burocracia: una clase y una casta que ha concentrado en sus manos el poderío más grande de que tenga noticias la humanidad.

“Los nuevos camaradas que apenas ahora se enteran, en medio de una discusión muy dura y violenta entre dos fracciones de todas las luchas anteriores, tanto o más duras y violentas; los nuevos camaradas que ven que estamos frente a una nueva crisis; los nuevos camaradas que ven la tremenda cantidad de errores que ha cometido la IV Internacional en los últimos veinticinco años; estos nuevos camaradas tienen todo el derecho a preguntarse, y muchos lo hacen, para qué seguir dentro de esta Internacional. Queremos responderles lo siguiente: lo que hemos vivido hasta ahora es la prehistoria del Partido Mundial Revolucionario de los Trabajadores. Pese a todos sus errores, esta Internacional ha tenido un mérito gigantesco; en medio de la más feroz persecución de la burguesía y la burocracia estalinista, ha conservado para el movimiento obrero y de masas toda la experiencia adquirida en más de un siglo de lucha. Una experiencia cuya pérdida hubiera atrasado por varias décadas el desarrollo de la revolución socialista. Una experiencia que se sintetiza en una teoría, la de la revolución permanente, un programa, el programa de transición, y una organización, el partido leninista-trotskista. Por el solo hecho de haber conservado estas herramientas de lucha del movimiento obrero y de masas, aún esta etapa prehistórica está en la historia de la humanidad.

“Pero ahora estamos dejando la prehistoria y entramos en la historia de la IV Internacional. El movimiento de masas ha entrado en el más colosal ascenso que se haya conocido; el sistema capitalista mundial, el imperialismo, sigue debatiéndose en una crisis dramática, cada vez más profunda, que expresa su decadencia y su putrefacción definitiva: décadas de experiencia de las masas con el estalinismo y el reformismo las aproximan, cada día más, a romper definitivamente con ellos; ya no hay ningún obstáculo histórico entre la IV Internacional y las masas: desde 1968 estamos en condiciones de comenzar a construir partidos trotskistas con influencia de masas en cualquier rincón del mundo: el Partido Mundial Revolucionario de los Trabajadores ya no es sólo una necesidad histórica de esta etapa de transición: ya existen las bases objetivas para construirlo. Y todos esos errores, divisiones, y agrias discusiones del pasado y del presente, no son más que los dolores de parto de ese partido mundial con influencia de masas.

“La IV Internacional que nosotros conocemos es, a la vez, el embrión y la partera de ese partido. Por eso estamos en ella y por eso seguiremos en ella.”


1. El célebre “Morenazo” fue de 1973 fue reeditado por la editorial El Socialista en 2013 con el título El partido y la revolución – Teoría, programa y política, polémica con Ernest Mandel.

CAPÍTULO VIII – TIEMPO DE EXILIO

El golpe militar forzó a Moreno a tomar decisiones sobre su propia ubicación y la de los dirigentes del partido.

En la Argentina, comenzaba un durísimo período en el que la consigna era resistir. Paralelamente, en otros países, como vimos, estaban abiertas las condiciones para hacer avanzar la construcción del partido mundial y sus secciones nacionales.

La tarea internacional, que requiere viajes, teléfonos y correspondencia no podía hacerse en la clandestinidad. ¿Dónde establecerse, entonces, para volcarse al trabajo internacional y, a la vez ayudar de cerca al PST?

No podía ser en Perú, Bolivia, Brasil, Chile o Uruguay, países conocidos y queridos por Moreno, pero que estaban infestados de dictaduras.

Optó, finalmente, por Colombia, pues allí había entablado contacto político con un grupo centrista –el Bloque Socialista– formado por profesores universitarios y estudiantes, de preponderante actuación en las luchas universitarias, a fines de la década de 1960.

Tratando de adaptarse a las costumbres tropicales, aprendiendo a alimentarse con arroz, papas y plátano, y, fundamentalmente, estudiando a un país cuya lucha de clases, diferente a la del Cono Sur, mezclaba viejos movimientos campesinos y populares con luchas obreras, Moreno se instaló en Bogotá.

Más dirigentes y cuadros argentinos llegaron con Moreno o poco después, Mercedes, Greco, Ritita, Lidia, Roberto, Silvia, el uruguayo Negro Andrés. Mientras tanto, Mario Doglio, Aldo Romero y Alberto Pujals fueron a Europa, Eduardo Expósito al Perú, y Jorge Guidobono a Colombia. Al mismo tiempo, más de un centenar de cuadros del partido argentino se desplazó a distintos países para construir la corriente internacional, como parte de esa misma política.

A Bogotá también llegó Amelia, la compañera de Moreno, con su hija Clarita, de pocos meses. Arturo, su cuarto hijo, nació en Colombia en 1978.

La familia se completó con la llegada de David y, posteriormente, de Eleonora y su esposo Aníbal, con los nietos Hernán y Sebastián.

Casi todos terminaron viviendo en unos monoblocks del centro de la ciudad. En la jerga política local, esas torres se llamaban Pekín, porque habían sido habitadas por maoístas. Con la presencia de los argentinos pasaron a ser Alma Ata (lugar donde Trotsky fue confinado en 1927).

Moreno trasladó a Bogotá la Editorial Pluma, fundada en Buenos Aires antes del golpe. Allí se convirtió en la mayor editora trotskista en idioma castellano.

A la vez que se ocupaban en conseguir algunas cosas elementales para un exiliado argentino –la plancha para asar bifes, yerba mate, dulce de leche– Moreno y los compañeros se lanzaron a la batalla por ganar al Bloque Socialista para la Cuarta Internacional, en un país donde existía muy poca tradición trotskista.

Moreno lo logró rápidamente. Con una honestidad que lo honra, el dirigente mandelista colombiano Libardo González, rindió homenaje a Moreno, después de su muerte, reconociéndole como: “Uno de los pilares del trotskismo no sólo en la Argentina sino en América Latina y el mundo. En Colombia, quienes habíamos estado impulsando el trotskismo por más de quince años, nunca fuimos capaces de lograr lo que hizo el compañero Moreno, cuando logró llevar a una organización centrista, el Bloque Socialista a las posiciones trotskistas”.

Si para Moreno el PST argentino era su partido natural, el Bloque Socialista pasó a ser su partido adoptivo. En su construcción, puso la misma pasión y esfuerzo, enseñando a sus militantes a hacerse internacionalistas e ir a las Pobladoras de Bogotá, Cali, Medellín o Barranquilla.

Con aciertos, errores y aprendizajes, el Bloque Socialista –ayudado por algunos camaradas argentinos que se volcaron a militar en forma permanente con los colombianos– se consolidó y pudo tener una intervención relevante en el acontecimiento que dividió en dos la historia de ese país: el paro cívico nacional de 1977, primera huelga general de Colombia, con la que comenzó una situación revolucionaria.

Gracias a ese gran éxito, pocos días después del paro, los compañeros del Bloque constituyeron el Partido Socialista de los Trabajadores. El acto público de su congreso fundacional congregó a 3.500 asistentes y el Partido superó el medio millar de militantes.

Pronto el PST colombiano se sumó al PST argentino para construir la corriente internacional. Sus dirigentes participaron de la elaboración de la política y algunos, como Eduardo, Kemel George, Camilo González, Jaime Galarza, Ricardo Sánchez y otros, viajarían al extranjero, incluso a la Argentina, a ayudar en la construcción de los partidos.

LA FRACCIÓN BOLCHEVIQUE

Durante veinte años Moreno había intentado, infructuosamente, construir con el SWP una dirección alternativa para la Cuarta Internacional. El partido norteamericano se oponía a hacer una Internacional centralizada y terminaba cediendo al mandelismo.

Posteriormente, se fueron sumando diferencias políticas cada vez mayores. En los trotskistas norteamericanos, de quienes Moreno se había considerado discípulo, se estaba produciendo un proceso degenerativo, con la pérdida de las tradiciones proletarias.

Los caminos de Moreno y el SWP terminaron de separarse a partir de las diferencias que provocó la revolución portuguesa de 1974, con la que la ola revolucionaria sacudió fuertemente a Europa.

Lamentablemente, el SWP degeneró hasta convertirse en una agencia de prensa al servicio de Fidel Castro.

Después de la muerte de Hansen sus principales dirigentes renegaron del trotskismo, aunque continuaron en el SU, junto a Mandel.

Por primera vez en su vida, Moreno quedó sólo, como el único dirigente histórico de la Cuarta Internacional que seguía defendiendo el programa principista. Pero en proporción inversa a esa soledad en las alturas, su corriente se fortaleció por abajo.

En 1976, Moreno fundó en Bogotá la Tendencia Bolchevique, convertida dos años después en Fracción, para disputar la conducción de la Cuarta.

La Fracción Bolchevique de Moreno agrupó el ochenta por ciento de las fuerzas que, dentro del SU, se habían opuesto a la desviación guerrillera y ultraizquierdista. El SWP sólo pudo quedarse con la minoría restante.

La FB reunió alrededor de veinte partidos y grupos, casi todos de Latinoamérica –donde se había librado la crucial lucha contra el gerrillerismo y el ultraizquierdismo– pero con cabezas de puente abiertas en España, Italia, Suecia, Portugal, Alemania y Grecia.

Dentro de la FB, el PST argentino, aunque estaba en el peor momento de la persecución genocida, seguía siendo cimiento sólido.

El PST colombiano estaba en auge y comenzaba a aportar para el trabajo internacional.

Lo mismo ocurría con el partido brasileño. Su origen se remontaba a 1970, cuando Moreno ganó para el trotskismo a Zezé y un grupo de exiliados en Chile. Ya en Brasil, reunían a 500 militantes, con una perspectiva inmensa. Y uno de sus dirigentes, Antenor, se había sumado al trabajo internacional.

En Perú, el partido había contribuido a formar un frente obrero y campesino, el célebre FOCEP, que alcanzó más 400.000 votos –el 12% del electorado— a pesar del fraude, y obtuvo tres parlamentarios. En ese frente estaban Hugo Blanco, que había adherido a la línea del SWP, Ricardo Napurí, que posteriormente sería uno de los fundadores de la LIT (CI), y Enrique Fernández, de la FB, uno de los jóvenes que Moreno había ganado cuando estuvo en las cárceles de Lima.

El éxito del trotskismo peruano logrado con el FOCEP, fue otra muestra de las inmensas posibilidades abiertas para convertirse en partido de masas. Los votos logrados en esa ocasión por Hugo Blanco fueron el reconocimiento a su lucha al frente de los campesinos.

Moreno y la FB enviaron de inmediato dirigentes y cuadros para ayudar.

Con la FB, Moreno comenzó a formar una dirección internacional genuina, formada por compañeros de diversos países. Esa incipiente dirección fue capaz de impulsar exitosamente actividades internacionales centralizadas.

Una de ellas se hizo en 1978, cuando Moreno cayó preso en San Pablo, Brasil, junto a la dirección del partido brasileño y el camarada portugués Antonio. Toda la Cuarta Internacional reclamó entonces por su vida y libertad, ya que los militares brasileños podían enviarlo a la Argentina, donde hubiera quedado a merced de la dictadura videlista.

La campaña logró innumerables pronunciamientos de partidos, personalidades y organizaciones gremiales de América y Europa. Meses después, Moreno fue liberado, aunque el gobierno le prohibió volver a entrar a Brasil.

LA BRIGADA SIMÓN BOLIVAR

La revolución nicaragüense produjo en 1979 un nuevo sacudón. Otra vez un movimiento guerrillero, después de luchar en forma aislada durante mucho tiempo, pasaba a dirigir una insurrección de masas triunfante.

En esta ocasión, Moreno no estaba desprevenido: había aprendido de Cuba. Además contaba con la FB, que mostró capacidad para intervenir.

Moreno y la FB venían llamando desde 1977 a apoyar la lucha del sandinismo. En Nicaragua no existía prácticamente el trotskismo. Con gran audacia, Moreno propuso entonces formar una brigada internacional de combatientes, rescatando el ejemplo de los voluntarios que habían combatido en la guerra civil española. Se trataba ahora de sumarse a la lucha armada contra Somoza, bajo el mando militar del sandinismo. Así nació la Brigada Simón Bolívar. Fue un ejemplo de cómo el trotskismo, correctamente orientado, puede y debe intervenir en este tipo de revoluciones.

La Brigada Simón Bolívar reunió un frente único de voluntarios, bajo la dirección de los trotskistas. Con un llamado amplio, lograron la simpatía de distintos sectores opuestos al dictador Somoza. En Bogotá, donde se organizó, uno de los más importantes periodistas de la prensa burguesa, Daniel Samper, escribió su muy comentado artículo “Se necesita gente”, reproduciendo el llamado del PST y de la FB. Las oficinas del PST se llenaron de voluntarios, muchos de los cuales provenían de otros países. Se anotaron 1.500. Una comisión les tomaba los datos; otra, hacía la revisación médica; y otra dirigía el entrenamiento militar en los cerros que rodean a la capital colombiana.

Mientras tanto, los artistas donaban obras y los sindicatos recolectaban dinero, comida y medicamentos. Y la FB iniciaba un reclutamiento de voluntarios en diversos países de Latinoamérica.

Los argentinos Miguel Sorans y Nora Ciapponi y los colombianos Kemel George y Camilo González asumieron el mando de la Brigada. Un grupo de la misma entró a combatir en Nicaragua, en el Frente Sur, bajo las órdenes del comandante sandinista Edén Pastora, el mismo que años después desertó y se convirtió en jefe “contra”. Allí, la Brigada tuvo tres bajas mortales.

Otro grupo de los brigadistas partió de Costa Rica y tomó el puerto nicaragüense de Bluefields, arrebatándoselo a los somocistas. El 19 de julio de 1979, la Brigada entró triunfalmente a Managua, recibida por el pueblo y por el sandinismo.

El semanario El Socialista, del PST colombiano, había llegado a vender casi 20.000 ejemplares semanales, con noticias directas del frente de guerra. En Bogotá, se había instalado un servicio de télex directo a Managua, mediante el cual Moreno discutía todos los pasos con Kemel, Camilo, Nora y Eduardo.

Los sandinistas no quisieron seguir profundizando la revolución. No repitieron lo de Castro y el Che, cuando veinte años antes expropiaron a la burguesía y buscaron extender la revolución, sino que aceptaron el consejo del Castro de hoy: pactar con la burguesía y el imperialismo.

Para los sandinistas, la Brigada cometió el pecado trotskista de llamar a que se avance al socialismo, de haber organizado más de 80 sindicatos en pocos días y de haber impulsado el armamento obrero y popular. Los brigadistas fueron detenidos, puestos en un avión y entregados a la policía panameña.

ENCRUCIJADA

La mayoría del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional, que no apoyó al sandinismo cuando luchaba contra Somoza, hizo después lo de siempre: cuando triunfó, corrió a echarse a sus pies. Se sumó al coro burgués que aplaudió la expulsión de los brigadistas y decretó la prohibición a los militantes de la FB de actuar en América Central.

Fue una encrucijada para Moreno. En 1969 y en 1974, en el IX y en el X Congreso de la Internacional, había tenido que soportar que, con un criterio fraccionalista y burocrático, el SU decretara que el PST argentino fuera simpatizante, mientras reconocía oficialmente a los guerrilleros. Pero lo de ahora era infinitamente más grave: el SU apoyaba la persecución de los trotskistas, faltando a la moral proletaria, y prohibía la existencia misma del trotskismo.

Moreno y la FB tomaron la decisión de romper con el SU.

Después de la Brigada y de la ruptura con el SU, la FB siguió extendiéndose. Desplazó al SU de toda Latinoamérica, con excepción de México, se implantó en Nicaragua y en toda Centroamérica y, gracias a algunos brigadistas que habían provenido de Los Ángeles, se fundó la sección norteamericana.

EN PARÍS

Al mismo tiempo, Moreno logró establecer un acuerdo con el francés Pierre Lambert. Este encabezaba una corriente, tradicionalmente sectaria, que había quedado al margen de la vida de la Internacional, desde muchos años antes. Su partido era la OCI de Francia y contaba con algunos dirigentes y pequeños partidos en otros países. Lambert tuvo un correcto análisis y una justa política en Nicaragua, similares a las de la FB, y condenó al SU por su atropello a los principios trotskistas. Coincidió con las tesis programáticas, redactadas por Moreno, y aceptó su propuesta de crear una organización mundial, centralista y democrática.

A Moreno lo embargaba una alegría enorme. ¡Por fin un acuerdo principista con otro dirigente histórico del trotskismo! ¡Por fin un partido realmente mundial! Porque las perspectivas que barajaba Moreno eran inmensas.

La FB con su peso en Latinoamérica y la OCI con su peso en Francia, podían ser el trampolín para extenderse por todo el viejo continente. Especialmente, en los estados obreros -en la convulsionada Polonia había nacido Solidaridad- de los que Moreno esperaba que surgieran en un futuro próximo grandes partidos que avanzaran hacia el trotskismo. La unificación se hizo en un Congreso, en París, donde se fundó la nueva organización, denominada Comité Internacional – Cuarta Internacional (CI-CI). Barajando el sueño de implantar rápidamente el trotskismo principista en Europa, cuna del marxismo y de una de las clases obreras más fuertes del mundo, Moreno se instaló en París, en 1980.

Lo acompañaron su familia y algunos dirigentes de la FB (Camilo, Aldo, Roberto). Los otros, permanecieron en Colombia y en sus países. Mientras se acomodaban (hijos, nietos, muebles de segunda mano, alquileres), Moreno se hizo revisar por cardiólogos y siguió un tratamiento médico. En Bogotá había sufrido su primer dolor fuerte de pecho. Pero el sueño se esfumó rápidamente. En las elecciones de 1981 triunfó el socialdemócrata François Mitterrand, inaugurando un gobierno de frente popular, al servicio de la burguesía imperialista francesa. Lambert y la OCI tuvieron una política capituladora a ese gobierno. Todavía la mantienen.

Moreno y la Fracción Bolchevique pidieron abrir la discusión. No fue posible. Lambert lo impidió burocráticamente, y llegó a expulsar de su partido a los militantes que aceptaban discutir, y prohibiendo todo intercambio con los compañeros de la FB. A uno de los principales dirigentes de su corriente, el peruano Ricardo Napurí, Lambert lo acusó de negarse a cotizar el sueldo que cobraba como senador. Para Moreno, que ya había regresado a Bogotá, ese ataque a la moral de un trotskista, era una cuestión de principio. Toda su vida había reaccionado del mismo modo, con más fuerza, incluso, cuando el atacado no pertenecía a su partido.

Cuando Healy calumnió a Hansen –hecho ocurrido con posterioridad a la ruptura de relaciones políticas con el SWP– Moreno salió en defensa del camarada pidiendo un tribunal moral. Lo mismo hizo ahora con Napurí. Moreno pidió que se constituyera un tribunal, formado por personalidades antiimperialistas, insospechables de cualquier parcialidad hacia Lambert, la FB o Napurí, para establecer si éste cotizaba o no su dieta parlamentaria al partido.

El tribunal se constituyó, investigó y estableció que Napurí cotizaba. Había sido calumniado, para impedir la discusión democrática entre los trotskistas, sobre la capitulación de la OCI a Miterrand.

Pese al fracaso, la breve alianza con el lambertismo significó, para Moreno, avanzar un paso más, hacia la formación de la LIT (CI).

CAPÍTULO IX – EL PARTIDO Y LA INTERNACIONAL

La LIT (CI) se fundó en Bogotá, en enero de 1982, para anudar el hilo histórico roto por Pablo en 1951, por Mandel y el SU en 1979 y por Lambert en 1981.

En la fundación participaron, además de las fuerzas de la ex Fracción Bolchevique, las dos principales figuras públicas del lambertismo, los camaradas Napurí y Franceschi, y un pequeño pero importante grupo de trotskistas norteamericanos.

El venezolano Alberto Franceschi había sido alto dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionario, importante fuerza de su país. Y el peruano Ricardo Napurí había sido fundador de Vanguardia Revolucionaria, un poderoso partido procastrista que alcanzó influencia de masas. Casi a los 50 años, Napurí adhirió al trotskismo. Junto a Franceschi, abandonaron al lambertismo por su capitulación a Mitterrand. Ambos se integraron a la LIT (CI), acompañados por la mayor parte de los militantes lambertistas de Venezuela y Perú.

Para Moreno era imperioso fundar una organización mundial centralizada para sacarle el jugo a la “época del trotskismo”.

La LIT (CI) fue un reto superior para Moreno. Ya no se trataba como en la anterior Fracción Bolchevique, de hacer un nucleamiento opositor dentro del Secretariado Unificado, sino de hacer solo, como dirigente histórico, un partido independiente, sus propios estatutos, programa, política, finanzas, revista y equipo de dirección.

Por otra parte, cosa que llenaba de alegría a Moreno, la LIT (CI) era realmente algo nuevo, pues sintetizaba su larga trayectoria obrera e internacionalista con otras experiencias ricas y distintas, como las aportadas por Napurí y Franceschi.

Como todo parto, el de la LIT (CI) fue costoso. Hubo una gran discusión, porque algunos compañeros consideraban prematuro hacer un partido centralizado y proponían construir un agrupamiento laxo, federativo de los distintos partidos nacionales.

Finalmente, los delegados de los 18 partidos presentes aprobaron fundar la LIT (CI). Sin embargo, un tiempo después, se separaron el dirigente colombiano Camilo González y los camaradas italianos de la Liga Socialista Revolucionaria. Moreno tuvo la alegría, en 1986, en su último viaje a Europa, de reencontrarse con los italianos, que se acercan nuevamente a las filas de la LIT (CI).

Moreno estuvo en todos los debates. Pero precisamente el día que se votó la fundación, debió permanecer en cama, debido a su corazón. Tres años después, se repetiría en Buenos Aires un hecho similar, cuando Moreno debió retirarse del Congreso del MAS.

Moreno veía a la LIT (CI) como “un lugar de defensa y crecimiento del trotskismo”. Para él, la “larga marcha” de la Cuarta Internacional, desde 1948 en adelante, había permitido un vasto avance del trotskismo en todo el mundo. A pesar de sus errores y de su desviación revisionista, fue la única corriente política mundial que dio respuestas marxistas correctas a los nuevos fenómenos de la lucha de clases.

La “larga marcha” finalmente decantó, dentro del trotskismo, dos corrientes internacionales: el SU y la LIT (CI).

Aunque la LIT (CI) era, desde muchos años antes, la corriente más dinámica, Moreno jamás creyó que estuviera al final del camino. Siempre consideró que estaba todavía muy lejos del gran partido obrero de la revolución mundial. La LIT (CI) sólo tenía fuerza en Latinoamérica y carecía de una presencia importante en Europa.

Por eso, Moreno alentó incansablemente la unidad con las corrientes revolucionarias que rompen con los aparatos burocráticos, repitiendo que esa es la única forma de marchar hacia una Cuarta Internacional con influencia de masas.

Moreno consideró la LIT (CI) como una parte, la parte principista, del trotskismo. Pero jamás pensó que ésta sola pudiera proclamarse Cuarta Internacional. Hasta el último día de su vida batalló por la unidad principista de los trotskistas, en una organización mundial centralizada. Por eso, con el corazón cansado, viajó a Europa en noviembre de 1986, para entrevistarse con los dirigentes de Workers Revolutionary Party de Gran Bretaña, algunos de ellos conocidos suyos de treinta o cuarenta años, como Bill Hunter.

La fundación de la LIT (CI) volvió a confirmar lo que Moreno había visto antes muchas otras veces: que el trotskismo no puede lograr ningún triunfo nacional importante si no es parte de una organización internacional, por débil que ésta sea.

Gracias a la Cuarta Internacional, el GOM pudo dar un salto en 1948. Gracias a la reunificación de 1963 el trotskismo francés pudo hacer un gran partido como la LCR, después del mayo francés. Ahora, gracias a la LIT (CI), el partido argentino podría dar otro gran salto: el MAS.

DE VUELTA A CASA

El general argentino Leopoldo Fortunato Galtieri jamás pensó que su decisión de enviar al ejército para recuperar las Islas Malvinas, ese 2 de abril de 1982, iba a desencadenar una guerra con el imperialismo anglo yanqui, provocar el alzamiento del pueblo y los trabajadores argentinos y desatar una movilización continental antiimperialista. Dos meses después debió rendirse ante Margaret Thatcher y, en Buenos Aires, ante las masas enfurecidas.

Cuando los cables trasmitieron el inicio de las hostilidades en las Malvinas, se produjo un gran revuelo en las oficinas de la internacional.

Al mismo tiempo, Moreno en Bogotá y el PST en Buenos Aires, trazaron la línea: había que estar en la misma trinchera que el dictador Galtieri, contra el imperialismo, sin abandonar la lucha por derribar a los militares.

El PST se puso a la vanguardia de las movilizaciones revolucionarias de esos días. Paralelamente, la LIT (CI) promovió la movilización antiimperialista en el continente entero. Su punto más alto se logró en Perú, con una marcha de 150.000 personas. Mientras tanto, Franceschi y Napurí viajaron a Buenos Aires representando a la internacional.

La guerra terminó, arrastrando tras de sí a la dictadura.

En todo el Cono Sur pasaba lo mismo. Estábamos ante un gran proceso de revolución democrática que abría paso a la revolución socialista. Y en la Argentina había posibilidad de construir, a mediano plazo, un partido con influencia de masas. Allí, el PST, concentraba una historia de 40 años de luchas.


“COMENZAMOS A CAMINAR HACIA UN PARTIDO DE MASAS”

En el folleto 1982: comienza la revolución1, Moreno analizó las posibilidades abiertas para la construcción de un partido socialista revolucionario de masas.

“Comenzamos a caminar hacia la construcción de un partido socialista revolucionario de masas. Pero aún no hemos llegado a serlo, porque la crisis del peronismo todavía no estalló.

“No se necesita mucha imaginación para imaginar lo que ocurrirá cuando esto suceda, en esos barrios, fábricas y talleres, cuando los trabajadores dejen de ser peronistas y decidan sacarse de encima a la burocracia sindical. Recién entonces, cuando reviente la crisis abierta y no oculta del peronismo y la burocracia, entraremos de lleno en la etapa de construcción de un partido con influencia de masas.

“Una parte sustancial del movimiento obrero podrá ser ganada por nuestro partido. Quizá la mayoría, o quizá sólo una minoría pero muy importante.

“Quizá la ganemos directamente con nuestras propuestas políticas o quizá lo hagamos en forma combinada o mediada por nuestras corrientes sindicales antiburocráticas y antipatronales, ampliando y continuando la heroica experiencia del Sitrac-Sitram.

“Se trata de saber si ganaremos la mayoría o una gran minoría, si emergerá una nueva dirección obrera directamente política o sindical política. Pero es inevitable que la ganemos y extendamos sobre un amplio sector de masas la influencia de nuestro partido.”


En julio de 1982 se reunió el Comité Ejecutivo de la LIT (CI) y Moreno propuso viajar él a la Argentina y que, posteriormente, hiciera lo mismo toda la dirección internacional y los militantes argentinos en el exilio.

Moreno partió de inmediato. Antes, en una reunión con los dirigentes argentinos, propuso que el PST –proscripto por la dictadura– adoptara el nombre MAS.

De este modo comenzaron los 5 años finales de Moreno, en los que su corazón fue cediendo en proporción a los avances del MAS y de la LIT (CI).

En Argentina la situación política era aún incierta y no se sabía qué actitud podría adoptar el gobierno militar. Moreno ingresó por la frontera terrestre de Uruguay. Su presencia en Buenos Aires fue mantenida en secreto. Se instaló en un pequeño departamento al que sólo tenía acceso el Comité Ejecutivo del PST.

Fue Moreno quien insistió en que el partido alquilara un local, en la calle Perú, del Barrio de San Telmo, en la Capital, de dimensiones inmensas, tamaño acorde con el de su proyecto.

En el tercer piso de ese local, cuyo acceso se clausuró, Moreno instaló su oficina. Entraba y salía de noche, por un pasadizo. Varios días a la semana dormía allí. En su juventud Moreno había practicado intensamente fútbol, natación, remo, boxeo y otros deportes. Con los años, se concentró en el tenis. Ahora, su pasión tenística había tenido que ceder por prescripción médica. Como ejercicio debía caminar. Él lo hacía de noche por la terraza, acompañado por algún camarada. Aunque su corazón declinaba, mantenía un buen estado físico y toda su afabilidad, pasión revolucionaria y capacidad de trabajo.

Desde esas oficinas secretas, Moreno junto al comité central, dirigió la campaña electoral.

Él fue quien propuso llevar como candidato a Luis Zamora, por su juventud y porque era un símbolo de la lucha del partido con las Madres de Plaza de Mayo. Sólo en octubre de 1983, Moreno abandonó su semiclandestinidad. Al llegar a Buenos Aires, Moreno había encontrado al PST en un mal momento. Después de seis años de dictadura y genocidio, las huellas eran profundas. Había despolitización y rasgos burocráticos, como consecuencia del funcionamiento vertical durante la clandestinidad. Además el partido se había concentrado en el centro de Buenos Aires y alejado de los bastiones obreros. Moreno puso su esfuerzo en cambiar esta situación. Lo hizo, como siempre, preparando teórica, política y organizativamente; ayudando a ir otra vez hacia la clase obrera y dedicando sus días y noches a construir un equipo de dirección.

Moreno definió la situación diciendo que una revolución democrática había derribado a la dictadura, abriendo las compuertas para la revolución socialista. Había que llamar a los trabajadores a liquidar el sistema capitalista-imperialista. A su juicio, tres consignas serían el eje de la revolución argentina: juicio y castigo a los responsables del genocidio, asamblea constituyente y una tercera, que él fue el primero en plantear y que en ese momento parecía delirante: el no pago de la deuda externa. El movimiento de masas latinoamericano la tomaría un poco más adelante.

Lo que más alegraba a Moreno era el proceso de crisis del peronismo y de la burocracia sindical. “Cuando estalle”, decía, “entraremos de lleno en la etapa de construcción de un partido con influencia de masas.” Con esa idea, Moreno revolucionó al PST, lo empujó a salir de la clandestinidad orientándolo a utilizar los márgenes legales y llegar a grandes capas de trabajadores.

El MAS se fundó a escasos tres meses del arribo de Moreno, y encaró la campaña electoral con el estilo partidario característico: abriendo centenares de locales en los barrios populares de todo el país. El resultado electoral fue magro, no se produjo una ruptura de masas con el peronismo y la poca que hubo fue canalizada por Alfonsín. Pero así y todo el MAS comenzó a implantarse en todas partes.

Moreno continuó la batalla empujando al partido a meterse en las fábricas, donde está surgiendo la nueva dirección sindical y política en lucha contra la burocracia sindical peronista.

También, para crear un polo fuerte que atrajera a los trabajadores en crisis con el peronismo, Moreno propuso hacer un frente de izquierda en las elecciones de 1985. Así nació el acuerdo con el PC, que tomó el nombre de Frente del Pueblo.

Hacia adentro del partido, Moreno combatió los métodos burocráticos y administrativos dejados por la clandestinidad, tratando de restablecer un régimen sano, empujó a que los militantes sean verdaderos políticos, y no solamente administradores de cotizaciones, cifras y periódicos. Su obsesión en este tiempo fue lograr militantes políticos apasionados por los acontecimientos revolucionarios del país y del mundo, y capaces, por lo tanto, de ganarse a los trabajadores del sindicato, el trabajo o el barrio.

Para la construcción del equipo de dirección, al que Moreno dedicó sus mayores energías, hizo los mayores esfuerzos buscando que se probaran distintas combinaciones con Marina, Pestaña, Eduardo, Alberto, Sorans, Expósito, Aldo, Silvia, Mercedes, Ernesto, Roberto, Nora, Armando y, lentamente con ellos, ir superando la vieja crisis de dirección, desatada por la quiebra del equipo de Palabra Obrera y agravada después por la muerte de Arturo y César, crisis que no se habían resuelto hasta su muerte.

Moreno alcanzó a ver que su batalla lograba resultados inmensos, convirtiendo al MAS en el mayor partido trotskista del mundo y en la principal fuerza de izquierda de la Argentina.

El primero de mayo de 1986, el MAS y el PC hicieron un acto conjunto en el estadio de fútbol del Club Ferrocarril Oeste. Moreno y su compañera Amelia se sentaron juntos en la tribuna. Como en todos los grandes actos, a él lo recorría el nerviosismo. De pronto, el estadio se sacudió de arriba abajo. La abrumadora mayoría de los asistentes aclamó de pie a Zamora, el orador del MAS. Moreno no resistió la emoción y tuvo que retirarse. La vida no le alcanzó para ver a su MAS, en 1987, llenando sólo el mismo estadio de Ferro, saliendo airoso de la prueba de la sublevación militar de Semana Santa, quintuplicando su resultado electoral de 1983 y sobrepasando, también en votos, al estalinismo.

AL FRENTE DE LA INTERNACIONAL

Moreno dividió su tiempo, en estos cinco años, entre la atención directa del MAS y de la internacional.

El trabajo internacional implicó seguir discusiones teóricas, colaborar con las orientaciones políticas de todas las secciones nacionales, editar la revista Correo Internacional y construir, también aquí, un equipo de dirección.

Continuando su vieja costumbre, luego de su jornada de trabajo, ya en su casa, Moreno dormía un poco y se levantaba, acosado por el insomnio, para leer sin pausa las discusiones del marxismo contemporáneo. No escribió mucho en los últimos años. Sin embargo, fue uno de sus períodos de mayor elaboración, pues comenzó a sistematizar sus reflexiones acerca de los problemas teóricos planteados en la posguerra y no resueltos por Trotsky. Como era habitual en él, los aportes que hizo sobre la economía mundial, los estados obreros y la revolución política, las revoluciones democráticas, la guerrilla, el rol de la clase obrera y el partido, fueron volcados en las escuelas de cuadros y en las reuniones de dirección. Su método de elaboración colectiva le hacía plantear las cuestiones a los compañeros en forma de interrogantes teóricos y políticos, para sacar entre todos una respuesta.

Una pequeña muestra de sus trabajos finales es el folleto Las Revoluciones del Siglo XX1.

La intervención de Moreno fue decisiva en la internacional para orientar en los principales problemas que se le presentaron a las secciones. Para ello escribió cartas, recibió a camaradas de distintos países y viajó él mismo. A título de ejemplo, mencionemos que Moreno y la dirección de la LIT (CI) fueron los primeros en denunciar, desde 1981, los intentos de derrotar mediante la negociación a la revolución centroamericana, con el Pacto de Contadora. Ello se ha concretado ahora con el Pacto de Esquipulas.

Para desarrollar el equipo de dirección internacional, Moreno empleó la paciencia y pasión que le conocimos. Promovió nuevos compañeros de distintas secciones y los unió a los que son un poco más experimentados. En estos años, Moreno trabajó directamente con Edú, Zezé, Kemel, Jesús, León Pérez, Alberto, Ricardo, Eduardo, Mercedes, Carmen. Con ellos y otros colaboradores, Moreno dirigió la LIT (CI) y la edición de Correo Internacional.

En esa dirección había una contradicción muy grande entre la experiencia y el nivel teórico, político y cultural de Moreno, y los del resto de los dirigentes. Pero él intentó siempre hacer una síntesis, probando y promocionando a los compañeros, intercambiando tareas y experiencias y enviándolos a diversos países a ayudar y a aprender. Fue permanente su estímulo a que estudien, escriban y preparen informes así como a que asuman tareas de responsabilidad.

Una semana antes de morir envió una carta al PST colombiano, donde se desarrollaba una polémica. El texto muestra de qué forma Moreno entendía que hay que hacer equipo. Comienza diciendo que su contribución al debate es “una más” y que no pretendía “imponer ninguna definición al partido, porque nos enorgullecemos como dirección internacional, de no ser verticalistas ni totalitarios, de no imponer la política ni la táctica de nuestros partidos, de no hacer el más mínimo ataque personal a ningún dirigente y de no hacer la más mínima persecución por razones políticas”. Agrega, a continuación que se alegra “de que haya discusión, de que no haya unanimidad ni en la LIT (CI) ni en el partido” y que la dirección internacional no puede imponer la línea a las secciones nacionales porque “se está formando y no se ha probado aún en acontecimientos decisivos de la lucha de clases, ni representa a fuertes partidos con influencia de masas”.

Después, la carta prosigue con la posición de Moreno respecto a la polémica. Pero esas líneas revelan la forma respetuosa con que alentaba los debates. Del mismo modo, Moreno participó en todas las discusiones. Desde su retorno a la Argentina, en 1982, y a pesar de su salud, viajó dos veces a su querida Colombia y dos veces a Europa, deteniéndose especialmente en España, donde había una muy fuerte discusión interna. En esa ocasión, Moreno pidió a varios dirigentes de la LIT (CI) que asistieran al Congreso del partido español y él permaneció más de un mes, ayudando a los camaradas a que se estructuren en la clase obrera. En agosto de 1985, el gobierno de Sarney levantó la prohibición a Moreno de entrar al Brasil. Y Moreno fue varias veces, a ayudar a los jóvenes compañeros a dirigir los grandes sindicatos que han ganado y a construir el partido en ese inmenso país.

Su último día en el local central del MAS, en la calle Perú, transcurrió en una reunión de la dirección del partido. Salió cansado, pero pasó por las oficinas internacionales. Charló, se informó sobre la marcha de las relaciones con el WRP de Gran Bretaña y releyó la carta que había escrito al partido colombiano. Hizo sus chistes, con las risotadas habituales. Cargó el portafolio, repleto de materiales para leer el fin de semana. Y se fue. Así lo recordaremos siempre.

EL CENTRALISMO DEMOCRÁTICO

En una escuela para cuadros, en el verano de 1984, Moreno tocó, entre otros, el tema del centralismo democrático en los siguientes términos:

“Un partido, si no es centralista, no es para la lucha. Un partido que tiene que enfrentar al régimen y a la policía y actuar en la lucha de clases tiene que ser centralista y muy disciplinado. Si no, no podemos decir todos la misma consigna, no podemos intervenir con la misma línea en las luchas, no podemos enfrentar a la represión.

Si no hay centralismo, disciplina férrea, dura, no puede haber partido revolucionario. Eso lo enseñó Lenin.

“No ha habido ninguna revolución que haya triunfado sin partidos disciplinados. Incluso demasiado centralizados, como la guerrilla, que impone una disciplina militar a lo político. El comandante da una orden: hay que apoyar al frentepopulismo, por ejemplo, y nadie puede discutir. Es centralismo militar para las cuestiones políticas. Pero es centralismo.

“Pero Lenin también era maniático del otro polo: la democracia. Dentro del partido una democracia extraordinaria, muy grande. Esto es lo que se llama centralismo democrático.

“El centralismo democrático no es igual para todos. Cuando más de base se es, más independencia se tiene y mayor libertad se le da. El centro de las reuniones de los organismos de base no puede ser disciplinario u organizativo. Tiene que ser político.

“El obrero o el estudiante que viene debe sentir que, por fin, ha encontrado el primer lugar donde él habla y se lo escucha, donde él quiere hacer algo y se hace, donde puede tomar iniciativas, donde no está controlado como en la sociedad burguesa, en la que sólo es un objeto.

“Tiene que notar que sus opiniones, lo que piensa, lo que siente, lo que quiere hacer, es lo que vale.

“El centralismo democrático es lo contrario de un ejército. Los guerrilleristas, las corrientes pequeñoburguesas y ni hablar los burócratas creen que es lo mismo: que se discute en el Comité Central pero que, a medida que se va bajando, se discute cada vez menos; que lo que baja son órdenes, como en un ejército. Y esa orden llega al último eslabón, que es el menos importante: el militante.

“El centralismo democrático y la disciplina son tremendos a medida que se sube. Pero a medida que se va hacia abajo cada vez la democracia es más grande. Y cuando llega a la base es total: casi da la impresión de que es un partido anarquista, donde cada cual hace lo que quiere.

“¿Por qué es bueno que esto sea sí? Porque sirve una enormidad para ajustar la línea política.

“No hay ninguna dirección, ni Lenin, ni Trotsky, ni Marx, que acierte siempre con la línea. Aun cuando acierte, la tiene que modificar.

“Ha habido errores catastróficos dentro del marxismo. Marx, Engels, Lenin y Trotsky cometieron grandes errores. La virtud de ellos era que se daban cuenta rápido y cambiaban.

“No les dolía decir que estaban equivocados.

“Y para saber si alguien está equivocado, que la base opine y discuta libremente es fundamental. Ese es el rol fundamental.

“Ese es el rol fundamental del centralismo democrático: nos permite corroborar si una línea es correcta. Y las líneas muchas veces son incorrectas en partidos como el nuestro. Todavía no hemos tomado el poder ni somos un partido de masas. Nuestras direcciones son débiles aunque quienes dirijan sean viejos y se hayan pasado la vida estudiando el marxismo.

“Son débiles porque todavía ninguno ha pasado por la prueba de dirigir.

“La única virtud que nosotros queremos tener es la de ser honestos.

“En vez de decirles a los compañeros de base que están frente a una dirección extraordinaria, queremos decirles la verdad. Somos una dirección débil, y eso hay que corroborarlo todos los días en la base.”

LA DESPEDIDA

En la despedida a Moreno participaron miles de militantes y simpatizantes del Movimiento al Socialismo, así como delegaciones de los partidos de la LIT (CI), que viajaron especialmente, al tiempo que se recibieron miles de condolencias.

Este imponente acto fue el homenaje del trotskismo a uno de sus más importantes dirigentes, de la LIT (CI) a su fundador, del MAS a su maestro, de la clase obrera internacional y argentina, a quien construyó sindicatos, dirigió huelgas y ganó miles de trabajadores, en fin, el homenaje de sus camaradas, familiares y amigos.

Después de ser velado durante el domingo 25 de enero en el local de la calle Perú, donde trabajó sus últimos años, el lunes fue llevado a la Federación Argentina de Box (FAB), el lugar que presenció buena parte de la historia del partido y de Moreno, hasta que le quedó chico al partido y hubo que buscar escenarios más grandes.

Ese día, extraña coincidencia, Buenos Aires amaneció paralizada por una huelga general.

Durante el lunes y el martes, miles de amigos, simpatizantes, y dirigentes de partidos de la internacional que viajaron especialmente, desfilaron por la Federación de Box para rendirle homenaje.

En el acto de despedida estuvieron presentes el compañero Elías Rodríguez, uno de los primeros obreros que Moreno ganó para su grupo, delegaciones de partidos trotskistas, de los partidos de la LIT (CI) y de la dirección del MAS. Según el diario Clarín del 28 de enero de 1987, diez mil personas participaron en el sepelio.

Posteriormente, una caravana de cuatro kilómetros acompañó el féretro hasta la funeraria, y al día siguiente fue enterrado en el cementerio de Chacarita.

Se recibieron condolencias de importantes personalidades de la cultura como Luis Franco, uno de los mejores escritores argentinos a quien Moreno admiraba, Eduardo Pavlovsky, uno de los más destacados actores y dramaturgos latinoamericanos, ex candidato del PST y amigo de Moreno, Ernesto Goldar, escritor, Inda Ledesma, actriz. Desde Ámsterdam llamó el conocido intelectual marxista André Gunder Frank, amigo de Moreno, que lo había visitado en Argentina en 1984.

Enviaron sus saludos todos los partidos de izquierda de Argentina, organizaciones estudiantiles, las Madres de Plaza de Mayo, las organizaciones de derechos humanos y muchos partidos de izquierda latinoamericanos. Se recibieron condolencias de la Embajada de Nicaragua y saludos de las grandes centrales obreras del continente: la COB boliviana, las Comisiones Obreras de España, la CUT de Colombia, la CUT brasileña, el PIT CNT de Uruguay, y de numerosos sindicatos de Brasil, Bolivia, Colombia y Argentina.

Se recibieron mensajes de organizaciones y dirigentes trotskistas: Livio Maitán, dirigente del Secretariado Unificado, llamó personalmente porque no alcanzaba a llegar, Hugo Blanco escribió un cálido saludo, y se recibieron los mensajes de Socialist Action de Estados Unidos, Alain Krivine de la LCR francesa, Workers Revolutionary Party de Inglaterra, Dario Renzi de Italia.

Ante la imposibilidad de reproducir todos los saludos, elegimos uno por su valor testimonial, el de Ernest Mandel, el dirigente del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional, que tanto polemizó y discutió con Moreno:

“El fallecimiento del camarada Hugo nos ha conmovido profundamente a todos. Con él desaparece uno de los últimos representantes del puñado de cuadros dirigentes que, después de la Segunda Guerra Mundial, mantuvieron la continuidad de la lucha de León Trotsky en condiciones difíciles, en tanto que nuestro movimiento estaba aún muy aislado. Más allá de las divergencias que nos separaban, nosotros estábamos unidos por una misma resolución de mantener esa continuidad contra viento y marea.

“Hoy, en numerosos países, atravesado el desierto, nos encontramos con posibilidades de crecimiento manifiesto, en función de la crisis conjunta del imperialismo, del capitalismo y del estalinismo, combinado con el aumento de la combatividad obrera. Así los hechos confirman que la generación de Hugo, que es también la mía, no ha luchado en vano”.

Pero quizás el homenaje más importante fue el de los miles de compañeros y amigos que lo despidieron en el acto, en el impresionante cortejo por toda la avenida Corrientes, y en el cementerio, gritando: “Hoy venimos a despedirte, viejo Nahuel. Vamos a formar la Cuarta, como hizo él, para tomar el poder”, y cantando: “Compañero Moreno, hoy te venimos a despedir, seguiremos tu ejemplo, como el de Trotsky y el de Lenin”.

SU OBRA ESCRITA

Decíamos en 1988: La siguiente enumeración de los trabajos de Moreno que fueron editados no pretende ser exhaustiva. En primer lugar, porque la obra escrita de Moreno es sólo una parte de su enorme trabajo de elaboración teórica y política. Otra parte, tan o más importante, la expuso en cursos, conferencias e intervenciones en organismos partidarios nacionales e internacionales, muchos de los cuales nunca fueron editados.

Pero incluso lo que llegó a ser impreso fue realizado y publicado al ritmo de las exigencias de la lucha política, y en gran parte se encuentra disperso en materiales internos que no llevan su firma o que son textos de los organismos partidarios, cartas, periódicos, revistas y folletos. Si agregamos la dificultad adicional provocada por las peripecias de la lucha de clases, que han sometido al autor a largos períodos de clandestinidad, encarcelamiento y exilio, y que dificultan la reunión ordenada de las obras, se comprende que la tarea de recopilación y ordenamiento exigirá tiempo y mucho trabajo. Hemos intentado aquí ofrecer una visión lo más completa posible, conscientes del riesgo de errores y omisiones, como un aporte a esa tarea. Las críticas serán bienvenidas, como una valiosa ayuda para encarar ese trabajo colectivo que apenas queda iniciado.

Decimos hoy: Desde hace años se comenzaron a divulgar las obras de Nahuel Moreno en www.nahuelmoreno.org y en otros sitios (en castellano y varias ya traducidas al inglés, francés y portugués). Además, desde el año 2012 la editorial El Socialista ha reeditado numerosos textos, y lo mismo viene haciendo la editorial Centro de Estudios Humanos y Sociales (Cehus) desde 2015.


1948 La estructura económica argentina (la “tesis agraria”, la “tesis industrial” y “El centrismo en cifras).
1948 Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa.
1954 1954, año clave para un estudio del peronismo.
1956 ¿Y después de Perón, qué?
1957 El marco histórico de la Revolución Húngara.
1957 ¿Quiénes supieron luchar contra la Revolución Libertadora antes del 16 de setiembre de 1955?
1958 Tesis de Leeds. (Tesis sobre el frente único revolucionario)
1959 La revolución permanente en la posguerra. (crítica al documento de Farrell Dobbs del SWP de EE.UU.)
1963 Perú: dos estrategias.
1963 Argentina, un país en crisis.
1964 Dos métodos frente a la revolución latinoamericana.
1965 Bases para una interpretación científica de la historia argentina.
1966 La lucha recién comienza.
1967 Guevara: héroe y mártir.
1967 Las revoluciones china e indochina.
1969 Después del cordobazo.
1971 Lógica marxista y ciencias modernas.
1972 Argentina y Bolivia; un balance. (coautor)
1973 Un documento escandaloso. (polémica contra Mandel, publicado como El partido y la revolución)
1974 Revolución y contrarrevolución en Portugal.
1975 Nuestras diferencias sobre Key issues.(discusión sobre Portugal con el SWP de EE.UU.)
1975 Método de interpretación de la historia argentina.
1977 Mandel y la capitulación al “eurocomunismo”.
1979 La dictadura revolucionaria del proletariado.
1979 Nicaragua: la nueva etapa y las nuevas tareas. (publicado en La Brigada Simón Bolívar) 1980 Actualización del Programa de Transición.
1981 América Central, una nacionalidad, una revolución..(publicado en La Brigada Simón Bolívar)
1981 Memorándum sobre las tareas presentes de la revolución política en Polonia.
1981 Carta sobre Polonia.
1981 El gobierno Mitterrand. Sus perspectivas y nuestra política.
1981 Carta a los camaradas del CC del POSI del estado español.
1982 La traición de la OCI francesa.
1982 Escuela de cuadros en Venezuela. (sobre los frentes populares y la capitulación del lambertismo)
1982 Cuba: ¿Por qué Fidel negocia en secreto con Reagan?
1982 Algunas reflexiones sobre la Revolución Polaca.
1982 El programa de Jacek Kuron, ¿a quién sirve?
1982 Consigna democrática palestina que puede abrir paso a la revolución obrera.
1983 1982: comienza la revolución.
1983 Argentina, una revolución democrática triunfante. (informe sobre la caída de la dictadura genocida instalada en 1976)
1984 Las revoluciones del siglo XX.
1984 Conceptos elementales de materialismo histórico. (publicado como La visión marxista de la sociedad)
1984 Problemas de organización.
1984 Escuela de cuadros: Argentina. (sobre las tesis de la revolución permanente)
1984 Sobre los sujetos históricos.
1985 Trazos gruesos de una trayectoria. (publicado como prólogo de El partido y la revolución)
1985 Israel, un estado nazista.
1985 Cuatro consejos de Lenin.(sobre la autocrítica del PC)
1986 Ser trotskista hoy.
1986 Conceptos políticos elementales. (coautor)
1986 Conversaciones con Nahuel Moreno.
1986 Una defensa marxista de Nicaragua.(publicado en La Brigada Simón Bolívar)
1986 Un dilema de hierro: Cuba o Nicaragua. (cartas con Eduardo Pavlovsky) (publicado en La Brigada)
1986 Tesis sobre el guerrillerismo. (coautor)
1986 El Tigre de Pobladora. (diálogos inéditos con Raúl Veiga)

OTROS TEXTOS AGOTADOS O DE ARCHIVO

1943 El Partido.
1951 El Grupo Cuarta Internacional, agente ideológico del peronismo.
1953 Carta de ruptura con el pablismo.
1953 Dos líneas, la oportunista y la revolucionaria, frente a las masas bolivianas.
1955 Carta al Comité Latinoamericano (CLA) sobre Bolivia.
1955 Afinemos todavía más la puntería en la Revolución Boliviana.
1957 Comentarios en torno a algunas tesis del marxismo sobre los movimientos nacionales.
1958 Las izquierdas en el proceso político argentino (recopilación de trabajos de varias personalidades de izquierda, Moreno entre ellos).
1960 Cuba, política y lucha de clases.
1961 Cuba sacude América.
1961 Cuba, vanguardia de la revolución.
1962 La Revolución Latinoamericana.
1966 La situación latinoamericana
1967 Latinoamérica y la OLAS.
1969 Moral bolche o espontaneísta
1972 Guillermo Lora reniega del trotskismo (polémica sobre el FRA boliviano)
1972 Una campaña electoral revolucionaria.
1974 Memorándum sobre la democracia.
1977 Angola: la revolución negra en marcha.
1981 Complemento al proyecto de resolución sobre Polonia.
1986 Nuestra experiencia con el lambertismo (coautor)